La Mediocridad Acecha

Por Ethel Sainz de Vicuña.

Antes de empezar la universidad, me consideraba a mí misma con cierta inteligencia y conocedora de la cultura: no solía pasar más de un día haciendo un mismo trabajo, sacaba (¿o me ponían?) bastante buenas notas, estaba interesada en leer a los clásicos y ampliar mis conocimientos… Pero al llegar a la universidad, fui golpeada por la realidad en cuanto me di cuenta de lo siguiente: No soy nadie. A lo mejor este epitafio resulta un tanto exagerado para ciertas personas, pero es la cruda realidad tallada en nuestras vidas a la que nos debemos enfrentar algunos. ¿Cómo caí en la cuenta de esta devastadora situación que no ha dejado de perseguirme desde entonces? Pues bien, no tardé en darme cuenta debido al siguiente motivo: yo llegaba a la universidad, hablaba con mis compañeros de, pongamos, los autores que me gustan y ellos solían estar de acuerdo mientras añadían un millón más de autores desconocidos para mí, pero dando por hecho que yo también les conocía porque… ¿supongo que debería? Lo que quiero decir con todo esto es que, si yo pensaba que era buena en algo, o inteligente con respecto a algo, al llegar a la universidad me he dado cuenta de que hay gente mil veces mejor que yo, y, como consecuencia, me adentré en una pesada niebla que me seguía allá a donde fuera, como si de mi sombra se tratara, abarcando todos los aspectos de mi vida, no solo el universitario. 

Tras aquella triste realización, me sentí (siento) abrumada por la mediocridad: siento una gran inseguridad a la hora de hacer proyectos porque me da la sensación de que no son nada del otro mundo, me agobio mucho, reviso todo el rato un trabajo terminado intentando mejorarlo al máximo, nunca estoy del todo satisfecha con lo que hago… Pero, a pesar de que me encuentre sumida en el denso barro que es la mediocridad, intento no quedarme quieta: uso esto como motivación para conocer más, para ampliar mis horizontes culturales, para disfrutar aprendiendo y para querer aprender más; no evito las conversaciones con mis compañeros porque gracias a ellos consigo saber sobre cosas que se mantenían ajenas a mi ámbito de conocimiento, voy tomando nota de todo aquello sobre lo que tengo que investigar... y muchas otras cosas que me mantienen en movimiento y me impiden que sea otra presa más. 

La mediocridad es un término dotado de una connotación negativa, pero, en cierta forma,  me alegro de estar en ella porque eso supone que siempre me queda algo nuevo por aprender. Al fin y al cabo, hasta del barro pueden surgir flores de loto.