Ernesto Sabato en su estudio. Imagen: Eduardo Longoni |
Acabo de terminar de leer dos libros del escritor argentino, Ernesto Sabato. La lectura de ambos ha sido tremendamente instructiva. Son de esos libros que debes tener custodiados en casa –aunque esta vez los extraje de la biblioteca. Son, literalmente, dos joyas.
El primero lo descubrí de pura casualidad. Publicado
en el 2000, se titula La resistencia. En él, a través de cinco cartas, el
autor realiza una llamativa, y muy humana, crítica al desapasionamiento y a la
mecanización de la persona, que viene produciéndose en las dos últimas décadas.
Ernesto, a través de unas muy sentidas líneas, expone cómo, con la llegada de
la globalización, de la técnica, de la (exagerada) preocupación por lo
económico y de la televisión –sitúense en el 2000–, el ser humano estaría
perdiendo esa capacidad natural de relacionarse, y estaría entrando en una
nueva era de obligada soledad, de desconocida artificialidad, de pérdida del
verdadero espíritu [sic]. Imagínense si Ernesto hubiese sobrevivido a la
actualidad, con la llegada del smartphone
o las redes sociales. Queda claro que supo prever el futuro.
Quizá, el punto en el que más flaquea el ensayo es a
la hora de situar en la globalización la causa de todos nuestros males. Intuyo
que el autor desconocía cómo serían las reacciones al fenómeno, que en la
actualidad es notablemente mejor el mismo que sus contrarios. Pero, como buen
humanista, no se quedó sólo en la crítica: el final del libro es un intento de
recuperación de la esperanza. Recuperarla a través de una vuelta a los
orígenes. Parece que el autor, tras haber lanzado por los suelos toda confianza
en el ser humano, de una página a otra, cambie su perspectiva. Y eso es algo
que se agradece.
El segundo libro –probablemente ya lo habrán leído–
se titula El túnel. Éste, en cambio, es una novela, corta, y que descubrí por
una recomendación en Twitter –ay, la
globalización. Es, sin exagerar, de las lecturas que más emociones me han
llegado a provocar. El protagonista, Juan Pablo Castel, nos narra, desde la
cárcel, cómo y por qué asesinó a María. Con un ritmo vertical –como pocos
libros–, y con una trama que no deja a nadie indiferente, entra dentro de un
existencialismo muy propio, intuyo, del autor. No revelo más, leedla.