Ellas también pueden ser ingenieras

Por Amalia Cid Blasco.

No puedo evitar sobresaltarme con la constante repetición de la frase: «No quiero estudiar una ingeniería porque es demasiado difícil», entre chicas de mi edad. Las estadísticas demuestran, desgraciadamente, mi teoría, ya que en las distintas escuelas de la Politécnica de Madrid y la Carlos III hay una clara mayoría masculina cursando ingeniería. Algo va mal.

Hace unos meses entré en una sala repleta de hombres en la que se encontraban mis futuros compañeros de Ingeniería Informática. He de ser sincera, me asuste al ver exactamente 7 cabezas de mujeres entre 44 personas. Mi primera reacción fue: ¿qué hago aquí? ¿es esta carrera para mí? Pero el problema está en que pocas llegan a entrar en esa sala como lo hice yo; dejan de plantearse la posibilidad de cursar un grado de ciencias mucho tiempo atrás. De lo contrario, habrían descubierto lo apasionante de ser capaz de resolver cientos de problemas de nuestro día a día con programación. Todo se remonta a la educación que reciben los jóvenes, en la que influyen estereotipos de género e ideas preconcebidas sobre qué carreras son más de hombres o cuales son más de mujeres.  Resulta ilógico clasificar de esta manera, aunque debe ser que el ser humano tiende a hacerlo para evitar salir de su zona de confort.


Mi objetivo es desmontar ese mito que, silencioso y discreto, está en el aire; esa idea de que por lo general las chicas no pueden ser ingenieras. Según el conocido informe «PISA 2012» bajo el título "El abc de la desigualdad de género en educación", pese al mayor éxito académico de ellas en materias científicas y matemáticas, muestran una inseguridad notable, inexistente en los chicos. También afirma que «un 14% de las mujeres frente al 39% de los hombres optó por una ingeniería».


Ya afirmó Shannon Yann que «si solo utilizamos el 50% de las grandes ideas del mundo -refiriéndose a las de los hombres- entonces nuestra sociedad nunca alcanzará todo su potencial». Debemos asegurar una participación equitativa -entre hombres y mujeres- en el ámbito de la tecnología. Esto supondría no solo ganar puntos de vista a la hora de afrontar problemas, pero también, adquirir una diversidad de ideas mayor. Necesitamos que más mujeres dejen de tener miedo y se adentren en la gran aventura de las ingenierías, para que así, solucionemos auténticos dilemas económicos, políticos, sociales y culturales. Para ello, pido a todos aquellos que tengan hijas, sobrinas o incluso hermanas pequeñas, que les aseguren que ellas también pueden ser ingenieras.



Mujeres sosteniendo los primeros ordenadores militares.