Palabras

Por Rafa Cotarelo.


Todo se construye con palabras. Por eso solo con palabras se puede destruir. Palabras levantaron todas las defensas y con palabras fueron reducidas a la nada. Troya, Alejandría, Roma, Córdoba, Estambul, que ayer mismo fue Constantinopla, donde una puerta olvidada cambió el curso de la historia: no vencieron los ejércitos ni el hambre, ni siquiera el deseo o la codicia, no busquemos a Dios en su derrota, tampoco el tiempo tiene la última palabra. Escipión, que cruzó montañas, conoció el desierto y venció en él, ya lo sabía. En algún lugar frente a la costa vio ponerse un sol que ahora también es suyo. Él, que nos salvó a todos, fue traicionado. Las palabras son siempre peligrosas. Leo (las cuento y lo confirmo) que sesenta y siete palabras tenía la Declaración Balfour, sesenta y siete razones para la sinrazón, que es una suerte de locura sin misterio. La esperanza de unos vuelta condena para otros. Y al final perdemos todos, menos los que nunca pierden. Fuerza contra fuerza, con palabras el otoño escapa al sur cuando el norte se enfría, del mismo modo que una palabra tuya bastaría para sanarme, o tal vez no. De palabras surgen las imágenes y todos los cuadros del mundo, sucede que las palabras miran y enmudecen. La poesía. Por la palabra, en singular, se mata o se mataba y a veces incluso se moría.

El caos responde a un tumulto de palabras mal organizadas, o quizás a su ausencia, y el peor de todos ellos se parece al silencio. A lo no dicho o no expresado y que previsiblemente jamás diremos, puede que sea lo más cerca de la verdad que estemos nunca. Porque escribir implica ablandar la certeza, o al menos una parte de ella. Hay mucho de entrega en quien escribe, uno se expone, se descubre, existe una renuncia a lo absoluto; aunque sea este incierto e inseguro, es ante todo nuestro. El ser o no ser o el laberinto infinito en el jardín que alguien en Oriente un día imaginó en su biblioteca. El castellano nos regala estar. Si decido, avanzo; si me abstengo, continúo. Pienso, luego existo (parece ser que eso lo tenemos claro, tan fácil es creer lo que se acepta); existe lo que pienso, añaden otros.

Hay palabras de luz y palabras oscuras surgidas de la sombra, que en definitiva no es más que otra palabra tan simple y poderosa como todas. No hay nada en blanco, no existe el vacío, todo es una cuestión de narrativa. Son palabras las sangrientas revoluciones y lo son su sangrienta resistencia. La gran marcha y los papeles secretos de Fouché (quien a pesar de todo fue incapaz de olvidar el amor). Los grandes y trascendentes cambios y la paz tranquila, siempre efímera. La audacia y el valor, también el miedo. Sobre todo el miedo. England, my England, aquí no hace falta verbo porque la acción es eterna. En tan solo tres palabras. Claro que a veces tres son demasiadas.