Por Blanca Tébar.
Qué ha podido pasar para que los adultos se comporten como niños, mientras que los niños mantienen la cabeza alta y se quedan al margen de las estupideces que les rodean.
Qué ha podido pasar para que los adultos se comporten como niños, mientras que los niños mantienen la cabeza alta y se quedan al margen de las estupideces que les rodean.
Desde que me he mudado a
Londres soy casi más consciente de la magnitud del daño que decisiones
equivocadas o incansable terquedad pueden llegar a causar. Es cierto que no soy
tan consciente de las noticias que día a día sacuden España, ya que llegan a mí
con retraso o a través de un colador. Pero me resulta sorprendente como podemos
llegar a ser la ‘comidilla’ del resto de países, el tema del que hablan a la
hora de comer, y no cambiar una opinión que no está aportando beneficio alguno.
Ahora que estoy conociendo y
hablando con mucha gente, de nacionalidades y culturas distintas, no puedo
contar con los dedos de una mano las veces que he escuchado la pregunta de “qué
está pasando en tu país”. O las veces que me han preguntado por qué algunos
españoles no van con el resto. Y sí, me da mucha pena tener que contestar que
no se sienten identificados con el término ‘españoles’. Me da pena admitir que
bajo la generalización de ‘españoles’, ha habido respuestas tales como:
“Perdona, pero soy catalán.” “No, no vengo de España, vengo de Cataluña.”
Que haya habido discusiones
al respecto, que nos hayamos tenido que denominar ‘hispanohablantes’ en alguna
ocasión para no causar polémica.
Claro, desde Madrid yo no
tenía esa perspectiva. Todos a mi alrededor eran comúnmente españoles, y a
nadie le resultaba ofensivo ser llamado así.
Una vez en Londres, esa
perspectiva toma forma y te deja un mal sabor de boca. Sobre todo, porque no
estamos dando una buena imagen. Porque ya que somos extranjeros, defendamos el
lugar de donde venimos, mostremos que sigue unido y que así seguirá pase el tiempo
que pase.
Siempre y cuando los adultos
se den cuenta de que se deben comportar como adultos. Que ya fueron niños y esa
etapa de su vida pasó.
No solo la imagen que dan es mala, la perspectiva de futuro que ofrecen es nefasta y por ahora siguen en sus trece.
Me consuela saber que somos
muchos los que queremos cambiar esta situación, y que no estamos solo
concentrados en núcleos como Madrid, León, Sevilla, etc. Que también estamos
por Londres, Alemania, Escocia, EEUU; posiblemente en cada punto del mundo siga
habiendo alguien que esté orgulloso de ser llamado ‘español’, y que sienta
cariño por el país que nunca se rinde, ni se rendirá jamás.