Vaciando la casa


Cuando te acercas a la playa de Gordon’s Bay en Sydney, Australia, siempre escuchas la voz de Jesse en la lejanía: ‘‘¡agua fresquita!’’ ,‘‘¡snacks deliciosos!’’, grita con desparpajo. El niño, que tendrá entre los diez y los doce años, no falla ni un fin de semana. Ha desarrollado su puestecito playero en los pasados meses; ahora también le puedes comprar gafas de bucear y crema de sol y se le puede pagar con tarjeta (y ojo, que hasta le puedes encontrar en google maps si buscas ‘‘Jesse’s shop’’). Hace unos meses el ayuntamiento le prohibió estar ahí, porque al chavalín le denunciaron por tener su puestecito en la vía pública, pero la comunidad respondió de forma contundente: Jesse ya es parte de la playa, un icono aussie incluso, y se queda. Y ahí está a día de hoy, tan simpático y emprendedor como siempre.

Jesse me recuerda inevitablemente a Opinión20: un proyecto que comenzó en una clase de colegio, de mano de un grupo de jóvenes de segundo de bachillerato que, persiguiendo una idea loca, se decidieron a ocupar espacio. Se negaron a esperar a alcanzar la edad adecuada para lanzar cualquier proyecto y para que se escuchara todo lo que tenían que decir. Así, en octubre de 2017, nació Opinión20 como ‘‘un lugar de encuentro, en forma de revista digital, de distintas opiniones y generaciones, sin una ideología o color definido’’. Desde entonces, por esta revista han pasado 37 personas de lo más dispares y se han escrito 519 artículos de todos los temas y todos los colores. Hemos hablado de política internacional, de amor, de películas de Disney, de Tolstoi, de rutina y de los abuelos, de los refugiados, de gordofobia, de feminismo, de leyendas y filosofía… You name it. Y cada uno de esos artículos merecería estar impreso, enmarcado y en la pared.

519. 37. Wow. Al leer esos números se me pone la piel de gallina y se me hincha el pecho; son números que se sienten tremendamente personales y que cuentan muchas cosas. Cuentan, entre otros, que lo hemos conseguido. Opinión20 tenía en sus pilares el deseo rebelde de demostrar que la persona joven está bien alejada del estereotipo: que tiene cosas que decir, que se preocupa por lo que está pasando y que tiene muchas ganas y capacidad de hacer las cosas bien. Y lo hemos demostrado con creces, pero el impacto de Opinión20 ha ido muchísimo más allá para quienes hemos pasado por ella: hemos contado con un espacio seguro en el que exponernos y estructurar y desarrollar el pensamiento; hemos adquirido habilidades de gran utilidad para nuestra vida personal, estudiantil y hasta profesional; nos hemos enfrentado a nosotros mismos, superado miedos diversos (reflejados a menudo por una página en blanco y una rayita azul parpadeante). También​ hemos encontrado en Opinión20 el lugar de encuentro que pretendía ser, haciendo equipo, aprendiendo los unos de los otros y cambiando el mundo cada vez que nos juntábamos. Saltaban chispas en cada reunión, os lo digo. ‘‘Lo que lograba (¡y logra!) Opinión20 es devolverle a los jóvenes las ganas de comerse el mundo’’ escribía Ana en su reciente artículo de despedida. Esa era la sensación: sentirse orgullosa de pertenecer a un proyecto así y empoderada después de pasar unas pocas horas con unas mentes tan inquietas. 

Opinión20 también nos ha dado una excusa para pararnos a pensar. Tener que escribir un artículo al mes puede tener un extraño efecto: de repente miras a tu alrededor con ojos curiosos, atenta a las ideas que se esconden en cualquier esquina para atraparlas al vuelo y desarrollarlas después. Luego toca investigar, formarnos, publicar y debatir. Enriquecernos y seguir mirando al entorno con ojos curiosos. Según han ido pasando los años, hemos ido teniendo menos espacio para observar. Los trabajos de fin de grado, las prácticas, los comienzos de nuestras carreras profesionales… todo ello nos ha alejado a menudo de ese espacio de contemplación tan enriquecedor. No solo quedaba poco tiempo para escribir artículos, sino para el pensamiento curioso en general.

Con este artículo en mente, el pasado mes me ha devuelto a esa bonita costumbre. He visto historias que contaros en numerosas interacciones y personas, pero me quedo con una en especial, y es la de Alan y Alan, pareja de casi setenta años que vive en un lugar llamado South West Rocks y que sigue mirando al mundo con curiosidad joven. Uno de los Alans ha estudiado cinco o seis carreras y cambiado de profesión incontables veces, ejerciendo, entre otros, de médico y arquitecto. El otro Alan ha recorrido Europa en bicicleta y hoy día se dedica sobre todo a proteger la flora nativa en las dunas de la zona. Tienen amigos de todo el mundo entre los que ahora tengo la suerte de encontrarme que han ido conociendo a raíz de acogerles en su casa. Que si aquel chico húngaro que hacía autoestop se unió a aquella fiesta y luego se quedó unos meses. Que si aquella pareja de argentinos que esperaban un taxi que no llegaba se quedó en su casa unas semanas y les cocinó las mejores empanadas de la historia... Alan y Alan viven abiertos al mundo, implicados con él, con actitud de aprendizaje constante. Cada conversación con ellos es un auténtico regalo: un intercambio de ideas natural, entre iguales, sin ego ni juicio y con mucha chicha.

En Opinión20 hemos hecho como Alan y Alan. Hemos cultivado esa actitud curiosa tan importante y que tan fácilmente se pierde entre la rat race y la rutina de la vida adulta. También, como ellos, hemos sabido escuchar, siempre con respeto a quien piensa diferente y buscando el debate constructivo. ‘‘Un equipo humano que valora las ideas de los demás’’; así nos describía Cris en su último artículo. Esa frase, aparentemente tan simple, condensa lo que considero que es uno de los mayores logros de la revista: por un lado, ha sido un espacio donde poder expresar, con total libertad, una opinión siempre firme y formada, rebosante de pensamiento crítico. Por otro, ha sido un ejemplo de debate constructivo e informado, de respeto a quien piensa diferente, de estar abierto a cambiar de opinión, porque el objetivo final es construir. Qué enriquecedor y qué necesario se vuelve este espacio en una sociedad cada vez más llena de mensajes populistas, que tontea con la radicalización y que a veces trata la política como si de un partido de fútbol se tratase.

De Opinión20 me despido orgullosa, agradecida y tan enamorada del proyecto como cuando empecé. También me despido sintiéndome mucho menos joven. Escribiendo estas líneas me he dado cuenta de que ya no soy una opinioner rebelde sino una adulta joven que mira el proyecto, por primera vez, desde el otro lado del umbral. Desde aquí puedo apreciar lo mucho que han contribuido la revista y su gente a mi formación como persona y, sobre todo, el impacto tan grande y tan positivo que ha tenido este proyecto para los jóvenes que éramos. Con esto en mente, y cerrando ya la puerta de la que ha sido casa para muchas personas, tengo algunas cosas que pediros: 

A mis compis y a mí misma: que nos llevemos con nosotros el pensamiento crítico y la curiosidad. Que no dejemos de sorprendernos, de hablar alto y de buscar comunidad. 

A los jóvenes: que seáis como esos cuatro chavales de Opinión20 y que creéis​ cosas. Que no os dejéis engañar por el estereotipo, que es mentira. Que la conversación​ social os espera ​​​y que siempre es buen momento para empezar. 

A la sociedad: que, como hemos hecho aquí, debatan, respeten y, ante todo, construyan porque nos hace mucha falta. Que den agencia a los jóvenes. Que confíen en ellos y les den así confianza. Q​ue sirvan de inspiración e impulso para que se atrevan a salir del camino y para que piensen por sí​​ mismos. Porque entonces empezarán a ser conscientes del poder que tienen.

Dicho esto y como no podía faltar en esta despedida, me voy a ir dando las gracias. Gracias a Álvaro, a Guzmán, a Sophie y a Íñigo por poner las primeras piedras. Gracias a todas las personas que han pasado por la revista y que han contribuido tanto a construirla. Gracias a todos aquellos que alguna vez quisieron formar parte del equipo y gracias a cada persona que nos ha leído. Aquí os dejo la llave.​

Gracias. Mil millones de gracias. Ha sido increíble. 




Por Adriana Giménez Jiménez