No me gustan los cambios

 
No me gustan los cambios. Los odio. Me desestabilizan. Soy una persona que sabe que se mueve feliz en los hábitos, las rutinas; en una papelería me pierdo con los separadores, los planificadores, tengo calendarios (sí, en plural), agendas, recordatorios... Incluso mi cuerpo está habituado a su horario de sueño y actividad.

Pues bien, la vida a veces pasa olímpicamente de lo que te gusta y de lo que no, de tu comodidad, esa conocidísima zona de confort y, hablando claro, a veces te sacude, te suelta un par de tortazos, llámalo como quieras... pero lo hace de tal forma que, o te enteras, o date por enterada.

En mi caso me pasó este verano: no miento cuando digo que la Teresa que vivía en mayo y la Teresa que vive ahora se enfrenta a unas circunstancias muy, pero que muy distintas. He cambiado absolutamente todos los ámbitos de mi vida (menos un trabajo estupendo que me centra y la ciudad en la que vivo, aunque sí me he mudado de piso).

Me encantaría decir que todo lo he decidido yo, pero realmente me he dejado llevar, me han pasado una serie de cosas, casualidades, (y causalidades), que me han empujado, motivado (una vez más, llamadlo como queráis) a tomar decisiones, ¡siendo yo la más indecisa del planeta! He roto compromisos, he cambiado de ambiente, en mi familia ha habido cambios también bastante estructurales... Todo apunta a que la Teresa de ahora tendría que ser un robot que ni siente ni padece, porque la otra está todavía recuperándose de tanto ajetreo, de la vorágine que es la vida.

Sin embargo, aquí me tenéis, escribiendo con una sonrisa en la cara. Aterrorizada por los cambios que se vienen, pero orgullosa por los hechos. Porque, a veces, cuando la vida viene para sacudirte pero se da cuenta de que estás receptiva, que no sabes si estás preparada pero vas a seguirla, parece que te premia. Y no, no hablo de destino, ni de cualquier frase del Alquimista de Paulo Coelho: hablo de afrontar las situaciones con valentía (es decir, seguir adelante incluso con miedo, que he aprendido hace poco que realmente ser valiente consiste en esto). Justamente han pasado todos estos acontecimientos cuando yo he empezado a ser honesta (conmigo misma, que siempre lo he sido con el resto pero ahora sé que me tengo que tratar bien yo a mí). De hecho, mi último artículo de junio demostraba y me sigue demostrando un pequeño cambio en mí, un canto al mundo diciendo “¡Hola! Voy a empezar a quererme y a aceptarme, estoy preparada para el jaleo”.
 
Supongo que en el camino te encuentras con túneles de vez en cuando (como me dijo el otro día una persona muy querida), pero otras veces la línea del horizonte es infinita, como un atardecer manchego. Es así como me siento, en paz en medio del caos. Además, los cambios influyen en las relaciones personales, y he tenido que decir adiós o hasta luego a personas a las que he querido infinito. Mientras, han aparecido otras nuevas que me están arropando y enseñando las ventajas de lo nuevo. Eso sí, hay un numerito pequeño de gente que se ha mantenido en medio de la tempestad que me ayuda a focalizar, a centrarme y a no marearme tanto con el proceso. Gracias de corazón.

Para terminar, tan solo quiero escribir algo de mí para mí: Teresa, sigue verbalizando, sigue cuestionando, sigue cambiando, sigue atreviéndote...
 
...Que esto no ha hecho nada más que empezar.
 
Por Teresa Camarena

Fotografía de Dani Fernández