El elefante en la habitación



Ilustración extraída elaborada por Dan Piraro Bizarro Comics

Durante muchos años se había instaurado en la sociedad un pensamiento que poco favor hacia al género femenino. Se consideraba que una mujer al alcanzar cierta edad debía de estar no sólo casada, sino haber procreado a más de un niño. Esta creencia se veía como una meta que, si no era alcanzada, tachaba a la mujer como inservible en la esfera social, pues, era considerada una carga para los padres de la misma. Ejemplo de ello puede encontrarse en libros que se deslizan por nuestras manos como Orgullo y Prejuicio, o más recientes, la saga Bridgerton, la cual ha sido televisada en Netflix. No obstante, esta mentalidad ha ido modificándose de tal forma que lo que era común, una pareja con más de un hijo, se ha vuelto extraño a los ojos de nuestra era. Esta realidad va expandiéndose, hasta tal punto que en un futuro se espera que la pirámide de población quede completamente invertida, si no se comienzan a efectuar medidas con objetivos a medio y largo plazo que afronten esta tendencia. Es, pues, una cuestión que debería de estar presente, pero que al no tener efectos instantáneos es dejada de lado frente a otras que requieren de atención inmediata. Sin embargo, como se ilustra en este ejemplo, si una casa no se va limpiando, el polvo y la suciedad se irán amontonando, llegando un día en el que, lo que era asumible de limpiar en una hora, requerirá un día, o en el peor de los casos, un equipo de limpieza especializado. Por ello, hay que comprender los motivos del descenso en nacimientos, para implementar políticas que contrarresten los mismos. 


Es cierto que, a lo largo de la vida de uno, en más de una ocasión, puede surgir la pregunta de si se quiere añadir a la familia un nuevo integrante. Con tan sólo esta idea, imágenes y pensamientos irán pasando por la mente de uno. La primera sonrisa de un niño, el cariño, la alegría y la energía que inundan la casa con su presencia…, y en oposición, el tiempo que ha de destinarse al cuidado de este, la preocupación de poder ofrecerle lo mejor que uno puede permitirse en educación, entretenimiento… y pensar si eso es suficiente. Todas estas ideas hacen que una persona, o una pareja, tome la importante decisión de tener un hijo, o más de uno. Este proceso, con los factores determinantes del mismo, ha sido analizado desde el punto de vista económico, lo que ha devenido en la construcción de diferentes teorías como las siguientes. 

Los razonamientos parten de la idea de que la decisión de tener o no un niño es como comprar un bien, por lo que en la reflexión que se lleve acabo se valorarán los costes y beneficios de incrementar la unidad familiar. Para ello, un niño es considerado como un bien duradero, cuyo retorno del consumo es indirecto y está basado en las emociones que genera tenerle. Por otro lado, los costes se traducen en el dinero que ha de invertirse en el hijo, y el tiempo que se requiere para criarlo. Dicho tiempo se presenta como un coste de oportunidad, debido a que si el hijo no existiera se estaría empleando en otros ámbitos como el trabajo, lo que haría que se obtuviera un salario superior. Con ello, se efectúa un modelo simple del cual se extraen las siguientes conclusiones: el número de hijos se reduce, cuando los costes, como el tiempo y los bienes que necesita el niño, se incrementan; el aumento de los ingresos obtenidos a través de, por ejemplo, ayudas del gobierno o herencias, incrementa el número de hijos; y el efecto del salario se presenta como ambiguo. Asimismo, ahondando en el razonamiento, se aprecia que: si tener un niño no trajera consigo una inversión de tiempo, la fertilidad aumentaría, si se incrementará el salario (efecto renta). Por otro lado, si sólo fuera necesario tiempo, y no implicara costes adicionales en bienes materiales, la fertilidad se vería reducida con el incremento en los salarios (efecto sustitución). 

En otros modelos se ha analizado el debate que surge, en materia de fertilidad, cuando ha de tomarse la decisión de: tener más hijos o invertir más en los que ya se tiene. Para ello, se indica que las capacidades de un niño están definidas por las habilidades intrínsecas (o educación pública), y la formación, como colegios privados o libros, que los padres costean para el hijo. A través de ello, se aprecia como la inversión en formación aumenta con el incremento: del salario, del tiempo que se requiere destinar al cuidado del niño (la formación se vuelve más barata que el número de niños), del valor que los padres dan a la educación; y decrece, con el aumento de las posibilidades de educación pública y de las habilidades inherentes del hijo. Con respecto al número de hijos, sucedería lo inverso a lo expuesto. Por ello, al aumentar el salario, los padres incrementan la inversión en educación. Por otro lado, se ha apreciado que, en las familias más humildes, la posibilidad de tener acceso a una educación pública cubre gran parte de la formación que los padres buscan ofrecer a los niños, con lo que los niños no resultan tan caros. Por ello, suelen tener más niños en comparación a familias más adineradas. 

En consecuencia, aplicando estos modelos a la realidad, se considera como uno de los motores de la reducción en la fertilidad, el incremento en el valor que los padres tienen con respecto a la educación que pretenden dar a sus hijos. Teniendo esto presente (el razonamiento que envuelve la toma de decisión de las familias con respecto al número de hijos), se ha de desarrollar políticas que impulsen la fertilidad. Porque aun no estando claro que sea un motivo que diferencie la renta per capita entre los países, puede generar efectos indeseados en la población, como la no posibilidad del sostenimiento del estado del bienestar. Es por ello, que hay que hablar del elefante que se encuentra en la habitación.


Por Ana Fernández Bejarano


Para una mayor profundización acerca de los modelos económicos que analizan la fertilidad.