Los "tipo test" o cómo no reconocer el estudio


Un método de evaluación en el cual quien estudia y quien arriesga puede sacar menos nota que quien no ha estudiado y deja en blanco es de todo menos efectivo. Al menos, si entendemos que la finalidad y lo que busca todo profesor es determinar cuánto ha aprendido cada alumno; si el objetivo es tener una calificación, desde luego que por goleada es el mejor sistema. Conforme avanza nuestra educación, también lo hace el tipo test para muchos estudiantes. En Primaria y Secundaria son todo lo que esperamos; en la universidad, agotan. 

Este artículo viene con muchas quejas, muchas incluso pensadas para profesores excelentes que han optado por este método de evaluación. Evidentemente, desde una perspectiva: la del alumno, y comprendiendo que habría muchas maneras de rebatir esta protesta. Se hace desde la reivindicación y la rabia: reivindicación y rabia por ver que sus resultados no reflejan el estudio y que, precisamente tras clases excelentes, hay quien se queda sin demostrar lo aprendido. 


Sin duda alguna, la principal ventaja de las opciones múltiples es la velocidad de corrección. En muchos casos, no hay otra alternativa posible dado el número de examinados: pruebas estatales, pruebas de idiomas masivas… donde, si bien puede haber varios correctores, incluso resulta positivo que la misma máquina, sin diferentes subjetividades de por medio, evalúe a tantas personas. Sin embargo, ¿hasta qué punto se debe tolerar eso en la universidad? Los estudiantes no tienen manera de aligerar su carga de trabajo y obtener el mismo resultado, ¿por qué los profesores pueden hacerlo con el volumen de pruebas que corregir? Cuando el tiempo no se lo permite a los estudiantes, apuran, apañan y aprenden; muchos profesores, sin embargo, optan por el tipo test. ¿Acaso no merece el alumno un sistema de evaluación donde se pueda explicar, donde pueda demostrar lo aprendido?


El primer problema que tienen los exámenes tipo test es la falta de ponderación: o lo sabes o no lo sabes, no hay término medio ni margen de aclaración. Sin embargo, la realidad se aleja mucho de esta situación. Tanto es así, que hay quien sabe de más y sale perjudicado, porque no hay escala de grises. De sacar algo positivo de este tipo de evaluación, muchos hablarán de cómo el profesor se libra de toda subjetividad. Sin embargo, con ello, también de toda expresividad del alumno. Y hay materias y ocasiones, más contadas que generalizadas, donde seguramente no haya tutía: un tiempo verbal en inglés o un resultado de una operación matemática. Pero, en la gran mayoría de los casos, sirviendo las Ciencias Sociales como gran ejemplo, ni hay verdades absolutas ni los profesores son capaces de redactar preguntas libres de más de una interpretación. No por incompetencia, sino porque a menudo hay respuestas incorrectas argumentables y defendibles. 


Hay también una clásica excusa por parte del profesorado ante cuestiones que generan injusticias, pero que no saben, o no les conviene, solucionar: el “es que en la vida os vais a encontrar esto”. Los trabajos en grupo, sin ir más lejos, son un clásico: no importa si un compañero que no has escogido tú hace que tu trabajo sea insufrible, porque lo que el profesor busca es entrenarte para la vida. Ellos no padecerán ninguna injusticia que le planteemos, pero a nosotros nos tienen que hacer resilientes y de hierro. A menudo son estos mismos los que plantean el examen tipo test, pero habría que plantearles si esto también nos prepara para la vida real. Y que disculpen que en esto no nos lo traguemos: el análisis, la reflexión, el pensamiento crítico y la síntesis que requieren otro tipo de evaluaciones abundan más que los “escoja la opción correcta”. No nos preparan para nada.


La inmensa cantidad de exámenes que corregir y el poco tiempo para ello son seguramente abrumadores, pero la solución no se encuentra evaluando peor. Parecerá atrevido, pero ese “peor” es con toda la seguridad del mundo: un sistema donde quien lo sabe todo puede, aun sin nervios ni imprevistos, tener una mala nota, es un mal sistema. 



Por Alessandra Pereira