La leyenda perdida de Tanabata

En verano se celebra en Japón el "Festival de las Estrellas" también conocido como el "Festival de Tanabata". Esta festividad tiene un trasfondo romántico que cuenta la historia de amor entre dos amantes separados que solo pueden verse una noche al año.

Aunque la historia tiene su origen en un cuento chino, son muchos los países orientales que la han adoptado como suya. En Japón la cuentan así:

Hace muchísimos años, en la época en la que Tenkou (Rey Celestial) gobernaba el universo, su hija, la princesa Orihime, pasaba los días tejiendo prendas para su padre. Su trabajo le hacía muy feliz, pero una mañana, mientras tejía uno de sus vestidos, se encontró con Hikoboshi, un pastor de bueyes. El flechazo fue instantáneo y ambos se enamoraron locamente.

Los jóvenes intentaron llevar el romance en secreto, pero Tenkou se dio cuenta de que su hija estaba enamorada, y permitió el matrimonio entre ambos, ya que para él la felicidad de su hija era lo más importante. La joven pareja se casó y la felicidad era plena, pero según fueron pasando los días, tanto Orihime como Hikobushi empezaron a descuidar sus tareas, llegando a un punto en el que no se separaban y no cumplían con su cometido.

Viendo la situación y a pesar del dolor que sabía que eso le iba a suponer a su hija, el Rey Celestial tuvo que tomar medidas drásticas. Tenkou decidió separar para siempre a los enamorados convirtiéndoles en estrellas y distanciándolos, poniendo a la Vía Láctea de por medio. Así fue como Orihime se convirtió en Vega y Hikobushi en Altair, la estrella más brillante de la constelación de Aquila.

El tiempo fue pasando y la tristeza se apoderó de los jóvenes. En un momento dado, Vega (Orihime) suplicó y rogó a su padre poder ver a su amado, el Rey, dolido por ver sufrir a su hija, le concedió su deseo, pero solo una vez al año. De esta manera, Vega y Altair podrían verse la noche del séptimo día del séptimo mes.

Es por eso por lo que, el día siete del mes de julio, las urracas forman un puente con sus alas sobre la Vía Láctea y permiten a los amantes encontrarse y disfrutar el uno del otro. Y cuando la noche llega a su fin, las urracas alzan el vuelo y los enamorados se despiden para volver a reencontrarse un año más tarde.

Sin embargo, por desgracia para Vega y Altair hay años que no pueden verse puesto que, si la noche no está despejada y la lluvia comienza a caer, los jóvenes no podrán reunirse. Es por eso por lo que, a esta noche se le llama "la lluvia de las lágrimas", porque en ocasiones, ambos no pueden reencontrarse y lloran por tener que esperar una nueva vuelta al sol.

Así es como termina esta historia. Un mito (o no) popular de la cultura oriental y que demuestra el amor que pueden llegar a profesarse dos personas. Ese amor infranqueable que no conoce límites. Un amor que es capaz de atravesar la Vía Láctea.

Y ahora, me gustaría dirigirme a vosotros, queridos lectores ya que hoy me despido de Opinión20. Por el momento, esta es la última leyenda que escribo aquí. Ha sido un enorme placer contar con este equipo y ojalá volvamos a vernos muy pronto. Hasta siempre.





Por Ángela Taltavull