Los pueblos solo necesitan un poco de cariño




Campos de Ureña, el único pueblo de España con más bibliotecas que bares.

Desde Miguel de Unamuno a Antonio Machado, pasando por Cervantes y Becquer, muchos escritores españoles se han esforzado en describir los pueblos de España y los campos de Castilla y, aunque cada uno lo ha hecho a su manera y aportando un toque personal, todos coinciden en una cosa: la mayor parte del territorio español estaba, y sigue estando, vacío.

España vive desde mediados del siglo XX un proceso de despoblación y abandono de los pueblos que ni el gobierno ni las instituciones tienen interés en solucionar. La política solo gira la mirada hacia las zonas rurales en época electoral, sabedores de que su victoria en las urnas puede depender del valor adicional de los votos rurales. Sin embargo, cuando cierran los colegios electorales, nadie vuelve a pensar en las 4.636.050 personas que viven en los 268.083km de superficie que ocupa la España vaciada. La falta de interés ha provocado que desde 1970 se haya producido un éxodo masivo de los pueblos a las ciudades, que sumado al envejecimiento de la población y a la masculinización del campo hace que comunidades como Extremadura, Aragón o Castilla y León pierdan habitantes cada año. España es uno de los países europeos más afectados por la despoblación, con una historia demográfica característica que hace especialmente difícil mantener a los habitantes de los pueblos en su lugar de nacimiento.

Mapa de densidad de población en Europa.

A día de hoy hay muchos tópicos (y no tan tópicos) que desde la literatura se han ido transmitiendo a lo largo de los siglos y que penden todavía sobre los pueblos. Ideas como que los pueblos son lugares viejos, aislados, abandonados, macabros, aburridos o pobres dificultan la llegada de nuevos moradores. Sin embargo, algunas de estas ideas están desgraciadamente cerca de la realidad. Si miramos la renta per cápita por comunidades descubrimos que aquellas con menos población son también las más pobres, y es que una de las características de la España vaciada es que su economía depende del sector primario. Con la llegada del desarrollismo durante la dictadura muchas fábricas hambrientas de mano de obra se instalaron en las periferias de las ciudades y arrastraron a muchos campesinos que decidieron empezar una nueva vida en los grandes núcleos. En estos años el sector primario dejó de ser competitivo y, a pesar de los avances vividos en la agricultura y la ganadería, los sueldos de los jornaleros seguían siendo más bajos que los que percibían los obreros en las fábricas. A día de hoy esta diferencia salarial entre habitantes de zonas rurales y urbanas se mantiene y permite el empobrecimiento de los pueblos. La pérdida de población y envejecimiento del mundo rural es solo una consecuencia de la falta de oportunidades laborales.

La solución fácil sería pedir que las empresas colocaran sus fábricas cerca de las zonas rurales, de manera que los trabajadores no tengan que abandonar su pueblo natal para encontrar oportunidades laborales. Pero teniendo en cuenta el estado de abandono en el que se encuentran muchas carreteras secundarias y que aún hoy hay comunidades autónomas en las que el ferrocarril solo llega de manera testimonial, sería pedir un esfuerzo demasiado grande. En España las líneas de alta velocidad nacen en Madrid y la unen con otras grandes capitales; en total, la red ferroviaria cuenta con casi 16.000km de vía, de los cuales 2.606 son de alta velocidad. Aunque estos datos colocan a España como el país europeo con mejor red de alta velocidad y cuarto del mundo, muchas zonas como Extremadura, Teruel y el norte de la península quedan olvidados.

Curiosamente, no todos estos kilómetros de vía están en activo, la red tienen casi 5.000km de vía abandonada o que se contribuyó y los trenes nunca llegaron a circular por ellas por falta de fondos. Estas vías fantasma se encuentran principalmente en Andalucía (1.212km), Castilla y León (889km) y Aragón (62km), tres de las comunidades más afectadas por la despoblación y en las que han surgido partidos políticos como Teruel Existe o el partido Por Ávila, dedicados a mirar por el intereses de sus pueblos.

Mapa de las líneas de alta velocidad y larga distancia en España.

La falta de empleo y el aislamiento al que están sometidos los pueblos empujan a la población, sobre todo a los más jóvenes, a abandonar sus pueblos en busca de una vida con mejores sueldos y nuevas oportunidades. Esta pérdida de habitantes fomenta la falta de interés de las instituciones de manera que los servicios ofertados van desapareciendo poco a poco de los pueblos. El sistema de salud empeora, reduciendo horarios o contando solo con un consultorio para varios municipios. También desaparecen los centros educativos como colegios, institutos y guarderías, y encontrar lugares de ocio como boleras, teatros o cines se convierte en todo un reto. La falta de población frena la creación de negocios y opciones para el tiempo libre, y a su vez, tener una economía basada solo en el sector primario hace que los pueblos sean lugares poco atractivos para establecer la residencia habitual. Este proceso provoca que las zonas rurales se encuentren inmersas en una situación de retroceso muy difícil de frenar.

Los pueblos están pidiendo a gritos un poco de cariño por parte de las instituciones, que las ayude a activar su economía a través del empleo, la mejora de las vías de comunicación y la reactivación de los servicios básicos que hagan de ellos lugares en los que ir al médico no se convierta en una odisea y los niños tengan garantizada una educación de calidad, de manera que las familias no tengan miedo a la hora de decidirse a vivir en una zona rural.


Por Cristina Moreno