El camino a la abstracción

Como artista siempre he buscado entender todo tipo de obras de arte, incluso las que más se me resistieron y aquellas para las que me faltase la formación necesaria. Sin pretensión de juzgarlas, sólo buscaba entenderlas. No dudo que a cualquier apasionado del arte le ha pasado que, al ponerse en frente de una obra abstracta, ha sentido confusión; la ha analizado, mirado el cartelito, buscado el título, el año, la ha mirado y remirado, y aun así ha sido incapaz de comprender que pretendía contar esa obra de arte o aquel artista.

El arte abstracto empezó a cobrar sentido en mi cabeza después de una clase de Historia del Arte. Nos explicaron como Kandinsky relacionaba la música con la pintura y nos preguntaron por qué si una canción no necesita de una letra para transmitir un claro sentimiento por qué la pintura necesitaría el dibujo figurativo para transmitir lo mismo ¿acaso los colores cálidos y fríos no pueden trasmitir emociones de la misma forma que lo hacen las notas graves y agudas?

Desde aquel momento me llama tremendamente la atención la evolución de la obra de los artistas que concluyen en un proceso de abstracción. En palabras de Picasso: “Me tomó cuatro años pintar como Rafael, pero me llevó toda una vida aprender a dibujar como un niño”.

Un ejemplo más a mano puede ser la reciente exposición de Anna-Eva Bergman “De norte a sur, ritmos” expuesta en el Palacio de Velázquez del Parque del Retiro. En ella podíamos observar pinturas abstractas de gran tamaño, que remiten a paisajes españoles o noruegos. Estas piezas consiguieron sin duda trasladarme a la grandiosidad de la Tierra. Bergman consigue que los colores y formas abstractas conecten de una forma espiritual con algo que está por encima del ser humano casi de la misma forma que lo hacía Rothko o, -siendo figurativos- Friedrich. Ella misma reclama en uno de sus cuadernos: “La pintura abstracta es describir la vida de los colores, su conformidad con las leyes de la naturaleza, su ritmo y su forma”.


Otra forma de ver la naturaleza es el ejemplo de Oli Berg en Galería Nueva, de la calle Doctor Fourquet de Madrid, expuesta hasta el 24 de abril. La artista muestra con colores pop y formas orgánicas paisajes en lienzo o escultura. Sus colores alegres y contrastados nos dan una visión positiva e inocente de la grandiosidad del paisaje. Ella misma afirma: “es una manera de sentir y valorar la belleza, la poesía, el sentido profundo y espiritual que todos tenemos… Es una forma de vida en definitiva”.


Sin duda, lo complicado del arte abstracto es que habla de un lenguaje propio que crea cada artista a través de su propio proceso, el cual es único y diferente a cualquier otro, aunque, quizás, la clave para comprender estas piezas, no esté en el título de la cartela sino en dónde nos traslada y dónde nos dejan esas manchas de pintura sobre el lienzo.

Por Almu Wilson