Lo hondamente femenino

Fotografía de Sylvia Plath en 1954

Últimamente me encuentro leyendo textos en su mayoría escritos por mujeres. No es algo que me haya propuesto, sino que de forma inconsciente me siento atraída hacia ellos. Supongo que no es en las palabras de los hombres en las que me encuentro, sino en las de ellas, que con unos ojos distintos vieron lo mismo que ahora veo yo. Entre ellas se halla Luna Miguel, una escritora que está muy presente en el panorama actual, reconocida por su habilidad para deslizarse entre el amor, la sexualidad y la identidad femenina en un vaivén que es capaz de hacer temblar. Fue en un artículo suyo para eldiario.es que me encontré con una desagradable sorpresa sobre una poeta a la que tengo gran admiración. En una de las primeras ediciones de su obra en nuestro país, la contracubierta nos afirma con seguridad que lo que hay en su interior es poesía de gran calidad, incluso contando con un “hondo carácter femenino”. La poeta era Sylvia Plath, la obra Ariel y a mí me ardían las venas de indignación. 

 

Después desbloqueo mi teléfono y me encuentro con una imagen de las calles de Murcia desbordadas por gente manifestándose. Entonces pienso en el 8 de marzo y esa misma ciudad vacía, en las madrileñas que gritaron desde sus balcones y más indignación me llena.

 

Luego me topo con un titular que clama una reciente declaración de Isabel Díaz Ayuso: "También hay violencia contra el hombre, sufren incluso más agresiones que nosotras". Me viene el regusto amargo del balance que proclamó 22 hombres asesinados por su pareja entre 2016 y 2018 frente a las 151 víctimas de violencia machista en ese mismo espacio de tiempo. Más indignación.

 

Y me acuerdo del discurso forzosamente calmado de Virginia Woolf en Una habitación propia que se puede resumir en: “Es injusto que las mujeres ganen menos dinero que los hombres… pero no estoy enfadada. La sociedad se burla del talento femenino mientras vitorea al mismo estereotipo de artista masculino siglo tras siglo… pero no estoy enfadada”. Porque si hay algo a lo que la sociedad respete menos que una mujer es una mujer furiosa. Pues bien, yo no vengo a pedir perdón por mi enfado, porque no entiendo cómo algunas personas afirman que el feminismo ya no es necesario.

 

Son acontecimientos como el triunfo de Pilar Palomero con Las niñas (2020) como Mejor Película en los Goya los que hacen que algunas personas se vayan a dormir tranquilas “porque ya hemos conseguido la igualdad”, mientras a las puertas de los mismos premios se calificaba el cuerpo de una mujer como si fuese propiedad pública. A la categoría de concepciones cínicas podemos añadir: “Feminismo era lo de antes, no lo que hay ahora”. Sinceramente, no tengo ni idea de a qué se refieren con esto. ¿Qué se defiende ahora que es tan diferente? ¿La reivindicación de la libertad sexual de la mujer? Ya lo reivindicó Simone de Beauvoir en 1949 con El Segundo Sexo. ¿Qué nacer con útero no implica que se deba ser madre? Fue uno de los temas principales que trató Emma Goldman ante una audiencia en Nueva York en 1915. ¿Pensar que el machismo nace de un miedo irracional en los hombres de ser superados por sus compañeras? ¡Christine de Pizan ya lo planteó en La ciudad de las damas en el 1400! Si lo que estas personas echan de menos es a las sufragistas, les informo que sus “feministas de antes” eran las que tiraban ladrillos a los escaparates.

 

Todo esto me da que pensar que tal vez el problema no sean las aglomeraciones y el vandalismo en plena pandemia; ni el sufrimiento silencioso de los hombres bajo la violencia femenina; ni una cualidad profunda de lo hondamente femenino que es arrastrado como un lastre. Tal vez el problema sean las mujeres.

 

La misma Sylvia Plath escribió en sus diarios que haber nacido mujer era “su horrible tragedia”. Continuando con:Desde el momento en que fui concebida quedé condenada (…) a que la esfera entera de mis actos, mis pensamientos y mis sentimientos quedara estrictamente limitada por mi feminidad inexorable. Y ahí está de nuevo ese concepto envenenado: lo hondamente femenino. Tanto ha aplastado la sociedad a la mujer que ella misma considera su alma defectuosa, contemplando a esta “feminidad intrínseca” como una peste que alcanza todo lo que sus manos tocan: literatura, pintura, música, deporte… La visión de lo femenino como una fatalidad sinónimo de debilidad e ineptitud artística a la que están destinadas las mujeres sigue persistiendo, aunque sea de una forma más sutil que en el pasado. Sigue situándose ante los ojos al igual que un cristal empañado cuando se va a leer un libro de una escritora o se presencia un partido de fútbol de un equipo femenino. Al contrario que a los hombres, a ellas se les exige de forma exhaustiva que demuestren que son buenas, pues tal vez así se pueda ignorar ese órgano entre las piernas que las hace "sentimentales" e "histéricas".

 

Ninguna niña debería arrastrar la sospecha de que su propio nacimiento ha sido una condena, porque Sylvia Plath fue una de las mentes más prodigiosas de la literatura y fueron todas las presiones en boca de los otros y nunca de la suya propia las que la llevaron a meter un día la cabeza en el horno. No sin antes dejar el desayuno hecho a sus hijos y tapar los orificios en las puertas para que el gas no les alcanzase, porque ante todo la sociedad le había enseñado que debía ser una buena madre.


Basta observar el día a día para comprender que el feminismo sigue siendo tan necesario como cuando se exigía el derecho al voto, aunque ahora el foco de las reivindicaciones sea la valoración libre de prejuicios de la mujer y lo que se busque sea que una chica pueda publicar su poemario sin que la contracubierta tenga que disculpar su feminidad para aplaudir su talento.


Por Andrea García