El mensajero del más allá

El otro día, estaba pensando en qué artículo iba a escribir para el próximo mes y me di cuenta que llevo mucho tiempo sin escribir sobre leyendas, mitos o historias. Fue por eso por lo que me dispuse a ello y qué mejor que hacerlo hablando de uno de los animales más misteriosos sobre la faz de la Tierra, el colibrí o x ts´unu´um. Hoy os traigo la leyenda de esta pequeña y curiosa ave, así que queridos lectores, poneros cómodos que allá vamos.

Hace mucho años, cuando los dioses decidieron crear la vida tal y como la conocemos a día de hoy, asignaron una función a cada persona, animal y objeto. Los árboles fueron creados por un motivo, al igual que las piedras, los ríos y las praderas. Todos ellos fueron tallados a través de barro, maíz y madera, pero cuando fueron a crear al colibrí, estos materiales ya se habían agotado. Fue por ello por lo que cogieron una diminuta piedra de jade, la tallaron en forma de flecha y soplaron para que cobrase vida, el pequeño animal salió volando y así fue como nació el protagonista de nuestra leyenda.

Los dioses, orgullosos de su creación, siguieron construyendo las montañas, los valles y los mares. Sin embargo, se dieron cuenta que los hombres querían cazar al colibrí, puesto que su belleza era infinita y su plumaje realmente bello. Enfadados y llenos de odio, acordaron castigar a toda aquella persona que osase atrapar a tan maravilloso ave. Y no solo eso, encargaron a los colibríes una misión de suma importancia, debían ser los encargados de transportar las almas de los fallecidos al paraíso.

De esta manera, cuando una persona muere, su alma se desprende de su cuerpo y vuela hasta posarse en una flor. Allí se oculta y protege, purificándose con el perfume de la flor y conectándose con la madre Tierra. Y se queda ahí hasta que uno de los mensajeros decide recoger ese alma purificada y llevarla al más allá, al verdadero paraíso.

Y como toda leyenda, esta también tiene una moraleja. Yo os voy a dar la mía, la que he aprendido tras escuchar esta historia. Que sea semejante a la vuestra o no, eso ya es otro tema, pues cada uno de nosotros sacará un aprendizaje diferente, en función de cómo haya entendido la historia.

En mi opinión, todos tenemos un lugar en el mundo, da igual lo pequeño que seas, si estás destinado a hacer grandes cosas, las harás. Puede sonar a tópico, pero para mí es la pura verdad. Si luchas y te esfuerzas cada día, las recompensas vendrán dadas. Por el contrario, si te dedicas a ver la vida pasar y a mirar cómo otros hacen su trabajo, estarás perdiendo el tiempo. Y el tiempo, es lo más preciado que uno tiene en esta vida.

Así que, querido lector, da igual si estás hecho de madera, barro, maíz o jade. Sal a la calle, disfruta de cada momento y no dejes que nada ni nadie te arrebate ni tu vida ni tu tiempo.

 

Por Ángela Taltavull Pérez - Folgado