Scorpions en la Plaza Roja de Moscú |
Soñar. Desde
pequeños nos enseñan que, cada vez que cerramos los ojos al irnos a dormir,
soñamos. La hora de dormir es el momento del día en el que se desvelan aquellos
pensamientos que llevamos por dentro, aquellos que no sabíamos que residen en
nuestro subconsciente. Los sueños nos descubren la parte más divertida de
nosotros mismos. Soñar nos permite convertirnos en heroínas que salvan el mundo
de un peligro inminente. Gracias a los sueños, podemos hacernos amigos de un
unicornio de colores junto al que vivir trepidantes aventuras. Los sueños nos
dan las herramientas para hacer volar nuestra imaginación hasta puntos
insospechados, viajar a lugares fantásticos o incluso nos permiten convertirnos
en la persona que nos gustaría ser. Soñar es nuestro momento.
Los sueños nos
gustan tanto que incluso tenemos la costumbre de divagar a plena luz del día
cuando nos permitimos “soñar despiertos”. ¿Qué sería de nosotros sin los
sueños? ¿Qué haríamos sin la esperanza de, algún día, hacerlos realidad? Son
los sueños los que nos animan a evolucionar, los que plantean la posibilidad de
un futuro mejor, y nos exigen seguir adelante hasta que nuestra vida se
convierta en algo cercano a ellos.
De pequeños, soñábamos con aprender a volar, con tener la capacidad de ser invisibles para hacer travesuras sin que nos pillaran in fraganti, con tener poderes mágicos… Aún de mayores, aunque las cosas hayan cambiado y nuestros sueños sean más parecidos a la realidad, somos aquellos niños que sueñan con lo que anhelan: una situación distinta, beneficiosa, más deseable…
Wind of
Change - Scorpions
El grupo Scorpions escribe su hit Wind of Change (Vientos de Cambio) entre los años 1989 y 1990, esos años en los que la humanidad soñó mucho con la esperanza de un posible futuro mejor. Ellos, como grupo alemán viviendo un Berlín dividido por un monstruo de 3,6 metros de alto, sabían de primera mano el significado de las palabras anhelo y libertad. En esos años, a la vez que viven su transición democrática, la banda de rock visita Moscú. Allí descubren que esa magia, esa ilusión por un porvenir esperanzador que vivían en su país, también se daba en la URSS, un lugar que por aquel entonces parecía lejano y desconocido. Se dan cuenta de lo más primitivo: cómo estando tan lejos, queremos lo mismo, somos los mismos. Esto les inspira para componer este sencillo que habla del sentimiento que se respira en el aire en los momentos de cambio político/social y se convierte en un cántico a la esperanza y la paz allá donde la banda lo toca. Incluso el mismo Mijaíl Gorbachov, presidente por aquel entonces de la URSS, les invita a volver a Moscú en 1991 a interpretar el tema en la Plaza Roja como símbolo del inicio de una nueva era de paz y democracia.
Cada vez que
escucho esta canción soy yo la que anhela lo mismo para nuestra sociedad.
Ahora soy yo la que sueña con ese sentimiento, esos Vientos de Cambio de los
que generalmente somos motor los más jóvenes. Me horroriza la posibilidad de
vivir en una sociedad en la que el conformismo sea moda. Una sociedad en
la que se opine que esto es “lo que hay”, “lo mejor que podemos dar de nosotros
mismos”; en resumidas cuentas, que esto es nuestro momento cumbre como
seres humanos.
Acostumbrados a
vivir en un momento extraordinariamente pacífico en el mundo occidental,
ignoramos la verdadera importancia que el “hacer cosas para evolucionar” tiene
en términos de progreso social. Veo esto como cuando nos sentamos a ver la televisión
en el sofá; tenemos cierta tendencia a la horizontalidad, a lo cómodo, a lo
fácil. No sé si es por pereza o por miedo a no ser capaces de alcanzar una
situación más favorable, pero soy incapaz de percibir esa intención de tirar
del carro e ir hacia delante como comunidad. Lo más preocupante es cómo
vamos a ser capaces de avanzar cuando hemos dejado de soñar, cuando hemos
dejado de esforzarnos. Olvidamos que la estabilidad y el bienestar
no es algo que simplemente se consigue, sino que es el objetivo final. La
estabilidad y el bienestar son estados y, como tales, pueden cambiar.
Como sociedad,
es fundamental comprender que, si queremos vivir mejor o que, al menos, nuestra
situación no cambie, debemos luchar cada día por ello. Esta es la única manera
que tenemos de evolucionar. Echo en falta vivir en una sociedad que sueña,
que quiere ver sus sueños y anhelos, no solo de noche, sino en su día a día. Mi
mayor miedo es que demos todo por sentado y que tengamos la osadía de vivir
bajo el paraguas del conformismo de Calderón de la Barca. Ni los sueños son
solo sueños (y nada más), ni la vida no tiene motivo ni ilusión. Soñar nos
proporciona una imagen mental sobre el futuro deseado y nos ilusiona sobre lo
que está por venir. Me asusta que estos sean nuestros Vientos de Cambio: vivir
una vida con el único objetivo de sobrevivir y autoconvencernos de no
modificar lo establecido porque nos da pereza el cambio. Me niego a
pensar que esto es lo que mi generación tiene que ofrecer al mundo: el
resignarnos a destinar a las generaciones venideras a vivir sin sentido, ni
ilusión, ni futuro. Sé que aún somos muchos los que continuamos mirando al
futuro con esperanza; soñadores que seguimos adelante y que luchamos por todo
aquello que de verdad importa.
Por Marta Molina Urosa