Sí, quiero

Hace unos días, encendí el ordenador como de costumbre para leer las noticias de la mañana. Cansada de ver cada dos por tres titulares sobre el covid, los altercados en las ciudades de Madrid y Barcelona por el caso Pablo Hásel y la venta de la sede del Partido Popular en Génova, decidí meterme en la sección de sociedad. 

De pronto, una noticia llamó mi atención, dos jóvenes enamorados se daban el sí quiero en una boda civil realizando el ritual de la arena. Al verlo, me quedé pensativa, no sabía a qué se refería aquel titular y me dispuse a buscar su significado.

Por lo que pude leer, se trata de una ceremonia cuyos orígenes se remontan a la tradición hebrea y hawaiana. En la cultura hebrea, los novios mezclaban sal en el suelo, cada uno llevaba un saco. Y, al mezclarlo, simbolizaba una unión inquebrantable, esto se conocía como el pacto de la sal. En Hawai, se utilizaba la arena en lugar de la sal. Cada uno de los miembros de la pareja llevaba un puñado de arena de su lugar de origen y ambos puñados se mezclaban en un tarro o recipiente. Al igual que en Israel, en Hawai este ritual también representa una unión permanente entre ambas personas.

No obstante, el haber leído sobre este tema, me hizo recapacitar y me vino a la mente una pregunta. ¿Qué es en realidad el matrimonio? ¿Es algo necesario o en realidad se trata de un simple contrato sin fundamento? ¿El matrimonio da al amor la importancia que éste merece? Me gustaría invitaros a reflexionar sobre este tema.

En mi opinión, la tradición del matrimonio se ha perdido, y no solo esa. Todas las tradiciones se van disolviendo poco a poco con el paso del tiempo. Ya no se habla de compromiso, se tiene miedo a esta palabra. A día de hoy, es muy difícil ver a una pareja que lleve casada más de treinta años, qué digo treinta, ¡veinte! Nos asusta la idea de pasar toda la vida con la misma persona, tenemos pavor al escuchar la expresión "para siempre". En definitiva, queremos más intensamente pero durante menos tiempo

Hace años, casarse era lo más normal del mundo cuando habías cumplido una determinada edad. Irte de casa, formar una familia y seguir los pasos de tus padres, eso era lo que se "llevaba". Ahora todo eso ha cambiado. Los jóvenes nos caracterizamos por ser personas que no nos conformamos con los paradigmas sociales preestablecidos. Tenemos nuestro propio ritmo y eso es algo inamovible, hemos abandonado el camino hacia el matrimonio.

Pero, ¿por qué se ha producido ese abandono?, la respuesta es sencilla. El futuro es incierto, la economía no se encuentra en su mejor momento, priorizamos la vida profesional a la personal y la palabra "paternidad" nos suena a chino.

Con esto, no estoy diciendo que los jóvenes dejemos a un lado nuestras responsabilidades, solamente que tenemos unas prioridades diferentes a las de las generaciones pasadas. El mundo experimenta un cambio constante y las sociedades se modifican continuamente, la globalización domina nuestros días y a las personas solo nos queda adaptarnos a ella.

En definitiva, cada generación tiene su época. Y ninguna es mejor que otra. No podemos compararnos con lo que consiguieron nuestros abuelos, al igual que nuestros nietos no podrán compararse con nosotros. Debemos vivir como nosotros queramos, aceptar nuestra situación e intentar mejorar cada día para alcanzar las metas que nos propongamos. No tener miedo al fracaso y aprender de los errores, ser constantes y no rendirnos.

Y si queremos casarnos, lo haremos. Si queremos tener hijos, intentaremos ser las mejores madres y los mejores padres. Pero nunca por obligación, única y exclusivamente porque nosotros queramos, porque el tiempo lo pautamos nosotros y eso, queridos lectores, es el verdadero significado de vivir.

Para concluir, me gustaría recomendaros la canción "Father and son" de Cat Stevens. En ella se narra una historia entre un padre y un hijo a modo de diálogo. Considero que para este artículo, esta melodía es absolutamente necesaria, pues representa esa diferencia generacional y la necesidad del hijo de seguir su propio camino.

Por Ángela Taltavull