Caramelo amargo

 Estimado lector,

 

¿Alguna vez has escuchado la frase “el conocimiento es poder”? Seguro que sí. Hoy te invito a que la visites otra vez, a que la cates en sorbitos pequeños, a que le des vueltas en tu boca y cierres los ojos para apreciar todos sus matices. Es algo que no resulta fácil de hacer con aquellos sabores que son familiares, pero creo que es algo importante. Porque, al fin y al cabo, aquellos que llevamos alrededor de 20 años en la Tierra hemos dedicado nuestra existencia a adquirir conocimiento, y probablemente sigamos haciéndolo. Creo que sería interesante tomarnos un momento para degustar esta idea sobre el valor del conocimiento que ha sido tan importante para estructurar nuestra vida.

 

Según el tópico se disuelve en nuestra boca comenzamos a degustar las primeras notas. La primera impresión es dulce. Aquellos que estamos con formación académica somos el porcentaje más privilegiado de la población mundial. Y cuanto más hayamos invertido en ella, más probabilidad hay de que alcancemos un puesto laboral bien remunerado que nos permita un estilo de vida acomodado. Al menos era así antes de pasar por dos de las crisis más profundas de la historia reciente, claro (¿notas los matices amargos? Van casi después de los dulces).

 

Independientemente de eso, es una realidad estadística que nuestra inversión en educación tiende a estar correlacionada con nuestros ingresos y nuestra perspectiva laboral. Y aquellas personas con alta educación e ingresos tienden a formar familias con otras personas de alta educación e ingresos, lo cual pone a sus descendientes en una posición inmejorable. Eso no está nada mal. La consecuencia es que contribuye a consolidar la brecha de riqueza, pero bueno, esa es la cosa del poder, que beneficia al que lo tiene y al que no, no. Vamos a seguir paladeando, que si dejamos que suba la bilis nos va a arruinar la experiencia.

 

Aquí viene la segunda capa. Esta es un poco más compleja que la anterior, pero presenta sabores igual de interesantes. Si entendemos que el poder es un medio para alcanzar una buena vida, entonces la frase podría reescribirse como “el conocimiento es un medio”. Y si el conocimiento es un medio, entonces su valor se mide por su capacidad de alcanzar un fin. Eso significa que el conocimiento no tiene que ser muy bueno de por sí; puede estar adulterado, diluido o ser inexistente. Mientras tengas algo (como un título) que sugiere que posees conocimiento, el concepto en sí estará haciendo su trabajo. Tu experiencia a la hora de adquirir ese algo no es importante de por sí. ¿No sabes que el conocimiento es poder? ¿No quieres poder?

 

Algún día llegaremos a la tercera y última capa, el núcleo de caramelo, el destino final del viaje. El poder hacia el que hemos estado avanzando toda nuestra vida. Espero que te gusten las sorpresas porque cada persona encuentra algo distinto. Invertir en el conocimiento aumenta tus posibilidades de evitar una vida infeliz porque te evita encontrarte en las situaciones de necesidad que hacen a una persona infeliz, pero nada más. Y cuando digo “nada más” no quiero decir que sea una posición despreciable, ni muchísimo menos. Solo digo que cuando miro a mi educación (el conocimiento que he estado trabajando toda mi vida por amasar), encuentro relativamente pocas cosas que, por sí mismas, me den las claves para vivir una vida feliz. Quizás hayas llegado a una conclusión parecida. Hay gente con altísimas calificaciones y un fulgurante éxito profesional que son profundamente desgraciadas. Y, ¿para qué negarlo? Me da miedo acabar así. A la hora de la verdad, cuando la vida me ponga a prueba, el conocimiento que me he pasado tanto tiempo acumulando será tan útil como un remo de cartón en unos rápidos.

 

Muchos filósofos han argumentado que perseguir el conocimiento es la clave de la buena vida. La Verdad, con V mayúscula, o el Saber, que me parece una acepción mucho más humilde y acertada de la misma idea. El Saber es una cosa diferente del conocimiento por poder. Su principal fuerza motora es el entusiasmo por el desarrollo personal, una curiosidad pura e inalterada que, aunque se vea templada por la disciplina con el tiempo, no pierde su capacidad esencial de dar energía y propósito a aquel que lo busca. El Saber es el descubrimiento de realidades alternativas a través de un nuevo idioma, el destilado del espíritu de una generación a través de sus obras artísticas, o  el aprendizaje sobre cómo nuestras conexiones neuronales influyen nuestro estado de ánimo. El conocimiento es poder no sólo cuando aumenta los medios a nuestro alcance, sino cuando nos da las herramientas para alimentar y desarrollar nuestra vida.

 

No creo que el conocimiento práctico sea una pérdida de tiempo. Trabajar es una forma de devolver todos los servicios y recursos que hemos consumido a lo largo de nuestra vida. Sinceramente, no sé cómo podría vivir sin un empleo que ocupe mi tiempo y me desafíe intelectualmente, aunque haya momentos más aburridos y complicados. Lo que critico con este artículo, en mi nombre y el de tantos otros, es el abandono del conocimiento como vehículo de desarrollo personal y su prostitución como un simple medio para alcanzar el poder material. Por favor, fórmenme, que para eso voy a sus universidades, pero dejen de llenar mi tiempo con asignaturas de pastiche y denme las herramientas (o al menos el tiempo) que necesito para cultivar ese conocimiento, ese Saber, que hará que mi vida merezca la pena.


Por Javier Díez



Fuente: Albanese Confectionery