La historia de un hombre y un monstruo

Si os soy 100% sincera, pienso que nunca se harán películas en Disney como las de hace diez o incluso más de veinte años. No solo por la creatividad de la temática, sino por la inesperada profundidad que escondían las tramas de aquellas viejas cintas que algunos tuvimos la suerte de tener en VHS en una estantería de nuestra casa. Obras del cine que cada vez que se ven, te enseñan algo distinto, algo que en la anterior ocasión quizá se te había pasado o no te había calado tanto...

Pues bien, hoy vengo a hablar de una historia que puede causar indiferencia, rechazo o bien maravillar, como ha sido en mi caso: El Jorobado de Notre Dame. Esta historia no es originariamente de Disney, ya que su hilo argumental se tomó de la novela de Victor Hugo, “Nuestra Señora de París”. Está ambientada en el París del siglo XV, en concreto en la persecución y exterminio de gitanos, a quienes se les consideraba ladrones, brujos y herejes. 

La película comienza con un jovial trovador que cuenta una historia de lo más inquietante a unos niños en un teatrillo de guiñol. Les plantea la historia de “un hombre y un monstruo” y no se detiene más en esa dicotomía, ya que prefiere dejar que esos atentos pequeños saquen sus propias conclusiones. 

Aquella historia comienza con una humilde familia de gitanos, a quienes intercepta el Juez Claude Frollo en una fría tarde de invierno, y a quienes intenta retener violentamente. Al alcanzarlos, muere la mujer a los pies de Notre Dame (asesinada por él) y Frollo, coge el paquete envuelto en una sábana que esta portaba mientras huía. Resulta ser un bebé con deformaciones en la cara a quien considera que su mejor suerte sería morir ahogado en el pozo que tenía a un par de metros. En ese momento, aparece un religioso que interrumpe esa escena tan horripilante. Alza la voz con un sonoro “¡DETENTE!”, que paraliza a Frollo. El motivo que le da aquel clérigo para no matar a ese bebé se le clava a Frollo en el corazón, y probablemente a la mayoría de los niños de los 90-2000 que vimos esa película recién estrenada. Esa razón son los miles de ojos que han contemplado esa escena, que no son otros que los de las gigantescas estatuas pétreas de santos y gárgolas que custodian todos y cada uno de los flancos de la catedral de Notre Dame. Frollo le teme a la “ira de Dios” más que a su propia maldad, como podéis ver. 

El religioso le sugiere esconderlo en el campanario de la catedral mientras crece, aunque sea escondido del resto del mundo. Eso mejor que darle muerte, ¿no? A todo esto, Frollo decide ponerle a la pequeña criaturita el nombre de Quasimodo, que significa “hecho a medias”... Cuando supe lo que significaba su nombre, caí en la cuenta de que quizás Frollo no era un hombre de ley como parecía ser, o al menos tanto como intentaba aparentar… 

No pretendo contar detalladamente todas y cada una de las escenas, dado que me gustaría personalmente que vosotros, que estáis leyendo esto, podáis verla si es que no lo habéis hecho ya… Sin embargo, la escena que precede al encuentro primerizo de Frollo con Quasimodo no deja indiferente a nadie. 

Resulta que ya han transcurrido los años en la bella y colorida París, y también lo han hecho para aquel hombrecillo robusto y poco agraciado que vive en el campanario de la catedral. Es una alegre mañana de primavera y toda la ciudad se prepara para el Festival de Bufones. En un arrebato de ganas por descubrir lo que toda esa ciudad celebra, se escapa del campanario en el que ha estado recluido toda su vida y decide bajar a la fiesta. Todo comienza con una sensual joven gitana de ojos verdes (llamada Esmeralda) que embelesa al gentío con uno de sus bailes, y así da comienzo el Festival de Bufones.

Tras esa inauguración, a la que Frollo asiste, de una forma inesperada y cuanto menos extraña, Quasimodo termina siendo concursante de ese Festival de Bufones en el que se elegía a aquel que tuviera la careta más grotesca y deforme. Quasimodo, en su eterna inocencia sube al escenario donde hay varios participantes que se disputan el premio al mejor bufón. Al intentar quitarle la máscara, Esmeralda y todo el gentío que contempla la escena descubre que no se trata de lo que se imaginó y lanzan un grito de estupor. Se corona a Quasimodo, algo de esperar, como mejor bufón. Después de un momento de vítores y aplausos aclamando a nuestro protagonista, un soldado se anima a lanzarle un tomate. La siguiente escena es de lo más traumático que os podáis imaginar, porque todos los asistentes a esa feria comienzan a lanzarle objetos y cuerdas y a amarrarlo a una especie de rueda de tortura que había en el escenario. Como si fuera una bestia… Y ante esto pensaréis; Frollo, tú cuidabas de él, teóricamente… ¿por qué no ordenaste que pararan de humillarle?

Pues bien, la razón es simple y para más inri, salió de su boca: “para que aprenda la lección”. Creo que con estas dos escenas ya me es más que suficiente para poderos enseñar la verdadera “chicha” de este artículo: Frollo nunca podrá ser alguien como Quasimodo, por desgracia. La película desde el principio nos pinta a Quasimodo como un ser deforme y oculto, que le debe la vida a su “amo” Frollo por habérsela perdonado. Sin embargo, durante toda la obra se ve como Frollo se avergüenza de tener a alguien como Quasimodo a su cargo. Y esta vergüenza la maquilla con una careta de falsa protección paternalista y de maestro moralmente estricto que da lecciones como baguettes se cocinan en París. A Frollo, en sus más profundos adentros, le gustaría no tener a Quasimodo vivo. Sin embargo, siempre pesará más ese infundado miedo a la ira de Dios, que el enfrentarse a su propia oscuridad más absoluta...

A Frollo le revuelve que Esmeralda trate a Quasimodo con cariño porque no sólo es incapaz de amar a nadie, sino que tampoco reconoce algo tan primario como que Esmeralda despierta en él un deseo sexual que se le hace bola y que canaliza avivando su llama de odio y de ansia de exterminio hacia ella y su propio pueblo, como era de esperar… Aunque siendo sincera, agradezco de corazón a Disney el que no hayan verbalizado explícitamente las represiones oscuras de Frollo, porque me habría creado alguna que otra pesadilla antes de tiempo y tampoco es plan...

Frollo no puede amar porque no sabe cómo hacerlo y porque le es mucho más cómodo vivir enfundando terror a unos y a otros que salir de ese redil de maldad e insatisfacción personal. Además, ve que Quasimodo aún habiéndose pasado toda su vida encerrado en un campanario con gárgolas de piedra como mejores amigos, tiene unas ganas de vivir y de amar inapagables. Frollo tiene una envidia tan venenosa y visceral que actúa cegado por ella constantemente y no solo desea controlar todo, sino triunfar a costa de arrebatarles la vida a aquellos que se aferran a ella con todo lo que tienen. Frollo arrasa con todo y con todos porque dentro de él sólo hay un vacío lleno de ruido y de destrucción que le anima a hacerlo. Es el personaje más atormentado de toda la película y lo peor de todo, es que se ve a sí mismo como un “hombre recto”. Lo que verdaderamente le delata es ese pánico al Fuego Eterno: ese miedo al infierno que manifiesta desde el mismo momento en el que “adopta” a Quasimodo. Le aterran las consecuencias de su propio infierno y por eso parece que actúa según la Ley Divina... En definitiva, no es que Frollo sea solamente un monstruo, es que posiblemente sea el peor villano de Disney por ni siquiera intentar ser sincero con la podredumbre que lleva dentro, por intentar vender una falsa imagen de rectitud… Aunque si os paráis a pensar, esta muerte espiritual que lleva Frollo dentro es bastante más frecuente en nuestro mundo de lo que parece… ¿no creéis?

Por otro lado, Quasimodo es luz, amor y bondad, pese a la etiqueta constante de monstruo deforme que le pone su excelentísimo amo. Quasimodo tiene sus defectos, como todo hijo de vecino, pero lo que le mueve a actuar es el bien y el ansia de vivir. Quasimodo es un apasionado de la vida aunque Frollo se la haya diseñado a su antojo: porque el controlarle, le hace sentir tremendamente seguro. Someter a Quasimodo reafirma su tóxica idea de “padre protector”, cuando ni es lo primero ni lo segundo… Nuestro joven protagonista se termina enamorando de Esmeralda, pero como no es correspondido, le desea lo mejor como últimas palabras suyas: por encima de su orgullo y de su eterna autoimagen de bestia. Quasimodo ama con todo su corazón y eso se nota. Y revuelve...

Porque los que aman, o bien animan a otros a hacer lo mismo, o causan mucho rechazo… Pero esto último vendrá de aquellos que no se encuentran en un buen momento. Como el asqueroso de Frollo, pero supongo que es humano como todos nosotros.

Creo que ha quedado claro a quién le daría yo el diploma de monstruo...



Por Clara Luján Gómez