El pulmón olvidado



Por Adriana Giménez




Hoy ha amanecido nublado
nublado de mierda
que se atraganta en un pulmón
(uno solo)
el otro, vecino del corazón
tose, disimula y trata de esconder la culpa


Estas frases hablan de hipocresía. Hablan de personas de cocodrilo que lloran por ese mundo que están destruyendo poco a poco, conscientemente inconscientes. Hablan de personas que lamentan por postureo un medio ambiente maltrecho, pero que viven a gusto en su comodidad occidental. Hablan de todos nosotros, porque no nos libramos ninguno: quien no coge el coche en solitario deja de reciclar de vez en cuando, o compra ropa nueva sin necesitarla, o se olvida de evitar los paquetes de plástico que han invadido los supermercados… y así sigue y sigue.

Seguro que tú, lector/a, puedes completar esos puntos suspensivos, porque seguro que, al igual que yo, eres responsable de más de un destrozo. Tampoco estoy diciendo que sea culpa nuestra enteramente; al fin y al cabo, vivimos en una sociedad concreta a la que nos enseñan a adaptarnos – sociedad destructora que cultiva la avaricia de lo nuevo y nos impulsa a querer más, producir más, contaminar más. Y así hasta que ya no quede nada.

El consumismo actual no es sostenible y lo sabemos todos, pero es más fácil escuchar esa voz que nos insta a ignorar y continuar como si nada. Sin embargo, cabe parar un instante, inspirar hondo y pensar en el pulmón que se atraganta o en ese cielo que, por nuestra culpa, cada vez tiene más mierda. Cabe pensar más allá de nosotros mismos, de nuestro egoísmo, de nuestro bienestar momentáneo, y empezar a realmente contribuir al cambio.

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Va a ser muy difícil resolver el problema de la contaminación, porque ya no valen solo las acciones pequeñas de ecologismo. Por supuesto ayudan, pero son casi insignificantes ante nuestro consumismo inherente y los intereses de los que obtienen beneficio con ello. Es necesario cambiar toda la sociedad de base y empezar a darnos cuenta de la magnitud de nuestra huella en este planeta: ahora rechazamos las tapas de plástico del café para llevar, pero seguimos usando mil folios para imprimir de todo - y de los blancos y nuevos, que nos gustan más. Esto, que es solo un ejemplo pequeño de los muchos que podría dar, lo hacemos sin apenas darnos cuenta. Al final, evitar contaminar es más caro y más difícil que no hacerlo, pero el esfuerzo es necesario: como mantengamos la dinámica actual de consumo y no cambiemos de mentalidad, vamos a terminar por destruir el planeta, y, por ende, a nosotros mismos.