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Por Íñigo Madrid 



Hace cincuenta años, Martin Luther King se encontraba en Memphis (Tennessee) apoyando a los basureros negros que se encontraban en huelga. Se disponía a salir del motel donde se hospedaba cuando un disparo acabo con su vida. Tenía treinta y nueve años.

Ese mismo año, en enero, Alexander Dubcek, entonces presidente del Partido Comunista de Checolosvaquia, puso en marcha una serie de reformas con el objetivo de introducir cambios y aires democráticos en el país. Aquello, que se dio a conocer como el «socialismo de rostro humano», inició la conocida Primavera de Praga, que terminó con la invasión del país, en agosto de ese mismo año, por parte de las tropas del Pacto de Varsovia.

En Francia, se venían dando protestas desde enero, cuando un joven estudiante de sociología, Daniel Cohn-Bendit, provocó al ministro de Juventud y Deporte en la Universidad de Nanterre, reprochándole que en su libro no hubiera tratado el problema sexual de los jóvenes. Durante esos meses se dieron multitud de protestas, que se encarecieron en mayo. La magnitud y violencia de aquellas concentraciones puso en jaque al gobierno francés, que temió una insurrección revolucionaria.

Este año se ha cumplido el cincuenta aniversario de los movimientos sociales de 1968, un año crucial para entender los debates culturales, sociales y políticos de las últimas décadas. Con motivo del acontecimiento, se han publicado numerosas obras que vuelven a aquel año, rememorando y terminando de contar lo que supuso.

Una de ellas es el nuevo libro de Ramón González Férriz: 1968: El nacimiento de un mundo nuevo. En él, el autor realiza un clarificador recorrido por el año más convulso de la segunda mitad del siglo XX. Una narración que recoge todos los disturbios que se dieron en Estados Unidos, México, Francia, Japón o España. Un texto que ayuda a comprender por qué unos jóvenes de clase media, que no se encontraban en una situación desfavorable –protestaban porque podían–, decidieron cuestionar todos y cada uno de los consensos políticos y culturales que les habían legado sus padres.

A pesar del fracaso de los hechos del 68, aquellos jóvenes habían iniciado un debate y una transformación cultural que se ha mantenido hasta nuestros días. Muchas de las corrientes ideológicas que hoy hegemonizan los campus universitarios, ya lo hacían hace cinco décadas. Los actuales debates, ya institucionalizados, sobre el feminismo, las políticas identitarias o la belleza, tienen su origen en aquellos años.

1968 nos ha llegado en forma de mito, y por eso es conveniente leer sobre aquel año. Para descubrir que, aunque la revolución no llegó, sí transformó ideas y valores. Y en muchos sentidos también supuso el nacimiento de un mundo nuevo.