La anarquía en la que vivimos

Por Almudena Wilson.

Los tiempos han cambiado, la tecnología nos consume y desde hace ya décadas vemos como, día tras día, nuestra vida laboral depende de los ordenadores y nuestra vida personal de un smartphone.

Mi abuela solía decir: “Todo eso de los aparatejos, parece brujería.” Y qué razón tenía.
Es bonito ponerse en los zapatos de una persona que nació con la Guerra Civil a sus pies, que recuerda cuando la televisión aún no tenía ni color, y con el paso de los años, se ha visto inmersa en una nueva sociedad, una nueva forma de vida, una nueva mentalidad y en una nueva revolución.

Nadie debatirá que las redes sociales nos hacen la vida más cómoda y más fácil. Estamos todos conectados y todos tenemos algo que aportar. Y así es como en la red, cada nudo encuentra su descosido. Un tío quiere vender su bici y ya ha encontrado a 5 usuarios a menos de 700 metros dispuestos a negociar la oferta.

Fácil, sencillo e instantáneo. Tenemos una herramienta que nos da total libertad para
hacer u ofrecer lo que queramos. Una libertad sin principio ni fin, y tampoco, con unos valores que la sostengan. Es decir, como resultado, también nos podemos encontrar con un anónimo
que ha insultado, e incluso ha llegado a amenazar de muerte, a una persona que hace vídeos para Youtube. Y nadie lo puede evitar.

Ojalá nos parásemos más a pensar que nos encontramos inmersos en una libertad desordenada, en una anarquía que se rige por lo que está en tendencias, por lo que más visitas tiene, por lo que más llama la atención.

Los medios de comunicación han pasado de servir a la sociedad y educarla en valores a servir a una demanda de tendencias si no quiere morir, ya que las Redes Sociales -y nosotros con ellas- los estamos devorando.

De esta manera, las cosas más esenciales como esos valores y educación que me enseñó mi abuela han quedado olvidados, y aquí manda el más fuerte. Y así es como pisa nuestra generación.

Nadie lo puede controlar, cada uno, de forma fácil, sencilla e instantánea, puede aportar a la red lo mejor o lo peor de sí mismo según le plazca, y nadie le puede parar.

La red es un reflejo de nuestra sociedad, y ya está más que demostrado que esta anarquía necesita reconstruirse y renacer hasta ser capaz de construir un filtro, una moral por la que cada uno sea capaz de aportar lo mejor de sí mismo, desde su propia libertad.

Ojalá todas las personas hubiesen tenido una abuela como la mía, para aprender que solo tienes que transmitir cosas buenas y positivas, que el odio, solo genera más odio y que el rencor, te come por dentro. Que la vida sólo es comprensible a través del amor y el respeto.