El residuo del economista



Ilustraciones extraídas de depositphotos y de 123rf (1 y 2). 


¿Por qué hay naciones más prósperas que otras? ¿Cuál es el motivo de que unas pocas posean más riquezas que el resto? ¿Qué ha definido y define que existan dichos estados económicos dispares? ¿Por qué no puede haber una convergencia absoluta de las economías? ¿Cuáles son las causas que determinan el crecimiento de ellas y la velocidad del mismo? Estas preguntas son pocas de las muchas que surgen cuando uno se para y compara los diferentes estados. Pues, ¿no todos deberíamos de estar en la mejor parte del cuento?

Para evaluar el bienestar económico de un país se observan distintos factores de los que destaca la productividad media. Una de las principales medidas empleadas para su análisis es el producto por trabajador. Se prevé que a mayor producto por trabajador, mayor bienestar habrá, ya que, supone, entre otras cosas, mayores salarios reales. Pues, seamos honestos, el dinero no da la felicidad, pero ayuda. Esto se muestra en la pirámide de Maslow: generalmente, las personas necesitan cubrir sus necesidades básicas y fisiológicas para poder avanzar en los escalones de la misma hasta la cúspide, hasta alcanzar la autorrealización. Sin embargo, cabe mencionar que, esta medida no es perfecta, pues cuestiones que afectan al bienestar no son apreciadas por ella, como sería la desigualdad entre los ciudadanos.

Estudiando teóricamente las causas que podrían determinar que haya naciones con mayor producto por trabajador, se observa que ellas pueden esquematizarse como los estratos del suelo. Superficialmente, se encontrarían los factores que afectan a la función de producción y que unos países han ido acumulando más a lo largo del tiempo: el capital físico, humano, los trabajadores, las ideas y la tecnología. En una capa intermedia se hallarían las políticas económicas, como serían la postura acerca de la propiedad privada o los subsidios a la educación. Finalmente, en la profundidad, podrían encontrarse cuestiones como la colonización o la geografía; pues, por ejemplo, afectaría la fertilidad de la tierra y, para el transporte, su orografía.

No obstante, haciendo una ruta histórica sobre la distintas teorías que buscaban el motor del crecimiento del producto por trabajador, tres son las etapas a señalar. La primera de ellas estuvo marcada por la creencia de que en el capital físico y la infraestructura se hallaría la solución a la cuestión. Como ilustración de estas ideas se encuentra el modelo del Dr. Domar. En él se parte de la asunción de que el producto de la producción es proporcional a las máquinas, por lo que, un cambio del producto vendría derivado de un cambio en las máquinas, de una modificación en la inversión pasada; pues, el capital del presente depende del capital pasado no depreciado y la inversión en capital del periodo anterior. Ahondando en el desarrollo de la idea, el Dr. Lewis alertó que el factor central del desarrollo económico se encontraba en la rápida acumulación del capital.  Ante ello, cabe preguntarse, si se dieran ayudas financieras a los países en desarrollo, ¿conseguirían los niveles de los países desarrollados? La respuesta es negativa debido a que con ese flujo de dinero, no se modificaría los incentivos a invertir, sino que se compraría más bienes de consumo. Por lo que, en vez de incrementar la inversión, se incrementaría el consumo. 

Por tanto, ¿por qué esta hipótesis tuvo tanto peso? Los motivos, entre otros, fueron los ejemplos de Francia, Alemania y la Unión Soviética. Los dos primeros estados tuvieron una recuperación extraordinariamente rápida tras la Segunda Guerra Mundial, con lo que se creyó que ello podía extrapolarse a los países en desarrollo. Por otro lado, el caso de la Unión Soviética fue en un inicio confirmación de las teorías, pues con un programa de industrialización que forzó a la población a ahorrar, se experimentó un crecimiento rápido. Sin embargo, a la larga, fue una refutación de las mismas, debido a que el crecimiento no se sostuvo. El crecimiento en capital e infraestructura no es sinónimo de crecimiento en el largo plazo. 

La segunda fase vino por la idea del incremento en el capital humano; entendido no como la cantidad de personas, sino como la capacidad, las destrezas, de las mismas. Se creía que al incrementarlo, al enseñar, se ampliarían las habilidades de las personas, con lo que se aumentaría lo que ellas podían obtener (Kuan- Tseu: “Si quieres darle de comer a un hombre un día, dale un pescado. Si quieres darle de comer toda la vida, enséñale a pescar”). Se entendía que el progreso científico venía derivado de una actividad competitiva en la que se debía invertir en investigación y educación, en el capital humano; por que si no se hacía, uno se quedaría rezagado, al tener el capital humano rendimientos crecientes a escala. Por ello, en los países en desarrollo, se buscó aumentar el número de personas que adquirían una educación y los años destinados a ellas. Dicha cantidad creció, incluso más rápido, que en los países desarrollados. Sin embargo, ello no  tiene gran efecto si la calidad de la enseñanza es baja. 

La tercera fase trajo a relucir el papel de las instituciones, pues, no es tanto la cantidad de recursos sino la gestión eficiente de los mismos lo que determinará el devenir de una nación. El Dr. Sala-i-Martin consideraba que las instituciones influyen en la eficiencia de una economía; ya que, si son ineficientes, ellas emplearán más para producir la misma cantidad y desincentivarán la inversión en los factores de producción, debido a que sembrarían incertidumbre, no serían garantes del orden. Por tanto, estas instituciones deberían poder tomar decisiones acertadas para el bien común, y no guiarse por intereses particulares. Pues, sino se reduce la calidad de las instituciones.

Por consiguiente, la fórmula del crecimiento a largo plazo no se haya en la acumulación del capital, pero sí, en distintas medidas, en la calidad del capital humano y de las instituciones. Estas últimas conformarán parte de la eficiencia de un país, cuestión no posible, por ahora, de medir. Pues, como ya dijo el Dr. Solow, ella es el residuo de la economía.


Por Ana Fernández Bejarano


Para una mayor profundización de la cuestión sobre: el capital, la calidad del capital humano y las instituciones (y sus tipos).