Un nuevo camino para la sociedad civil

Pongamos en el siguiente escenario. Usted se halla navegando en un importante viaje de negocios: su barco transporta una gran cantidad de riqueza que usted piensa introducir en un país extranjero. Ha contratado los servicios de una agencia, que le ha asignado a un capitán en el que usted no confía especialmente. Es más, todas las noches usted comprueba las cartas náuticas y le parece que la ruta cada vez se asemeja menos a la acordada, a pesar de que el capitán insiste de lo contrario y achaca las desviaciones a cambios en las corrientes y otros problemas fuera de su control. Sin embargo, la agencia es previsora y en el contrato del viaje se estipula que, en caso de sospecha de estafa, el cliente tiene derecho a reclamar uno de entre dos derechos: puede adoptar la potestad de determinar el rumbo del barco, excluyendo al capitán de la toma de decisiones, o puede recibir un walkie-talkie con linea directa a la agencia de viajes. Con el primer derecho usted trazará con sus propias manos la ruta que llevará el barco a puerto, mientras que con el segundo usted se asegurará de que, cualquiera que sea la ruta que tome, las autoridades estarán esperando al capitán en el puerto para que responda en su justa medida por romper las condiciones del pacto. ¿Cuál elegiría? 

Este escenario no es sino una analogía del dilema en el que se encuentra la democracia actualmente. La conectividad de internet y las redes sociales ha dado un peso a la sociedad civil que nunca antes había poseído, y es lógico que nos preguntemos cómo deberíamos usar este poder. El camino más intuitivo es el de reclamar una mayor capacidad de decisión sobre las políticas del gobierno, ya que ¿no es ese el significado de la democracia? Puede que antes no tuviéramos los medios para hacerlo, pero el internet puede suplir esa carencia. Un sistema de voto digital con una seguridad y rigor razonables son más que factibles actualmente. Una democracia más directa supondrá una defensa más activa de nuestros intereses colectivos, y por tanto una sociedad más justa. No hay nadie más interesado en que el barco llegue a puerto de forma segura que yo mismo, y por tanto trazaré el mejor camino posible. O al menos eso dice la teoría.

Personalmente, soy un gran escéptico sobre el razonamiento de que tener intereses en una materia te hace capacitado para tomar decisiones sobre ella. Yo soy el primero que toma decenas de decisiones rápidas y desinformadas todos los días, y hay ciertos campos como la medicina o la ingeniería sobre los que soy principalmente ignorante (entiendo nociones básicas, pero a la hora de tomar decisiones complejas en el tema mi criterio no sería mejor que tomar decisiones al azar) . Así mismo, hay estudios que demuestran que electorado medio es principalmente ignorante sobre aquellos conocimientos de ciencias sociales que analizan el impacto de las diferentes políticas gubernamentales. Esto no es ni mucho menos una fuente de deshonra. Esa gente "ignorante" pueden ser cirujanos expertos, abogados del estado o diseñadores informáticos; gente con una gran experiencia en su campo puede ser ignorante del funcionamiento profundo de las mecánicas de otro. Yo puedo querer que mi barco llegue a puerto, pero no sé que corrientes hay en la zona, que barcos intentarán entrar a la vez que yo o como reacciona el motor del barco ante ciertas condiciones. Un piloto automático, que no tiene ningún interés de ningún tipo, lo haría mucho mejor que yo.

Por tanto, nos queda la segunda opción: la opción del escrutinio. Según Jason Brennan, autor del libro Contra la democracia (una obra extremadamente interesante que analizaré en otro artículo más adelante), los individuos somos buenos en determinar que supone una política correcta o que cualidad debe tener alguien para ser honrado, a pesar de que seamos horrendos aplicando esos criterios en la realidad. Más importante aún, somos capaces de alcanzar consenso sobre ello de forma natural. Independientemente de nuestra alineación política, todos creemos que un buen gestor debe ser reflexivo, detallista, fiel a la palabra dada y transparente con sus acciones. El escrutinio consiste en asegurar que los gestores, en este caso los políticos, se ajusten a los criterios marcados por ellos mismos con la mayor exactitud posible, y penarlos de alguna forma cuando no lo hacen. Puede que este proceso no sea rápido o directo, pero como una bola de nieve que crece mientras rueda colina abajo, hay motivos para pensar que incluso las reclamaciones más simples pueden sostener un cambio profundo y estable en nuestra sociedad.

El primer paso podría consistir en demandar información objetiva sobre los proyectos del estado, aquellos pagados con el dinero de los contribuyentes. Un buen sitio para empezar sería la infraestructura. Esta clase de proyecto requiere cantidades enormes de planificación y materiales, por lo que la información es abundante, y tiene objetivos muy claros y muy medibles: Construir un puente entre A y B, en una cantidad de días x y con un presupuesto z. La pregunta que hay que responder es muy simple, y no requiere de complejos debates ideológicos o embrollos técnicos: ¿Se ha cumplido lo estipulado en el plan, sí o no? Si la respuesta es no, deberíamos pedir responsabilidades. Incluso los proyectos mejor planeados pueden sufrir imprevistos que aumenten los costes o retrasen su finalización, pero considerar la existencia de estos imprevistos es también parte de una planificación responsable y sensata. Es un pacto muy sencillo y directo: Vosotros establecéis las condiciones que consideréis y os mantenéis dentro de ellas. En caso contrario, habrá consecuencias.

Si esta es la base de un nuevo contrato social, desde luego no es muy intimidante. Desde el punto de vista de un político, lo único que habría que hacer para quitarse de problemas es inflar los presupuestos de todos los proyectos, y así se aseguraría de no pasarse. Esto, desde luego, no es deseable, pero tenemos que recordar que una parte integral de este pacto es hacer accesible para el público la información de los presupuestos y gastos, y que una vez creemos una conciencia de que los planes están para cumplirlos podemos utilizar esa misma información para analizar el proceso de toma de decisiones. ¿De dónde sale el dinero que es adjudicado a los presupuestos de construcción inflados? ¿Es realmente necesaria esta inversión, o podríamos conseguir los mismos objetivos de una forma mejor? Puesto que los partidos políticos de la actualidad basan su legitimidad en su servicio a los ciudadanos y la adherencia a valores como la sensatez, la honestidad y la transparencia, si apelamos a esos valores para pedir información no podrían negárnosla sin contradecir sus bases fundamentales. Tanto si nos la dan como si no, la posición de los malos gobiernos se vería irremediablemente debilitada a la vez que la sociedad civil se daría cuenta de que, realmente, tiene la capacidad para influir en sus asuntos. Puede parecer un primer paso pequeño, pero las ramificaciones de este son inimaginables. Esta misma plantilla puede utilizarse para pedir información sobre cada vez más aspectos del gobierno, y según nos vayamos sintiendo más cómodos a lo hora de manejarla podemos poner en un brete cada vez mayor a aquellos políticos que se dejan dominar por la desidia a la hora de gobernar. No se trata de tomar el control, sino de establecer un listón alto para nuestros servidores públicos. No se trata de sustituirlos, ni de crear plataformas capaces de revertir las decisiones de los órganos de gobierno. Se trata, simple y llanamente, de exigir que las cosas se hagan bien y se mantenga la palabra dada. El escrutinio no nos permite identificar por arte de magia las políticas más adecuadas para cada situación, pero representa una mejora en la gestión y puede suponer la semilla para una sociedad mas responsable, una sociedad en la que haya auténticos incentivos para ser crítico y reflexivo. 

Photo by Jose Moreno on Unsplash (Seattle, 2017)
Tenemos que madurar y darnos cuenta de que la intuición bienintencionada es necesaria, pero no es suficiente para hacer una política que nos afecte a todos. Para llegar a puerto necesitamos políticos inteligentes, audaces y medianamente independientes, pero no tenemos porque resignarnos a sufrir el conformismo, la desidia o la corrupción. Para mí, esto es democracia en su sentido más puro.

En general, las sociedades democráticas tienen los políticos que se merecen, y si usted, querido lector, se encuentra decepcionado con los políticos de su país, ¿qué dice eso de su sociedad civil?

Sin embargo, esto no deja de ser una opinión. ¿Qué elegiríais, timón o wakie-talkie? ¿Control directo
o escrutinio?