Si te sientes identificado con las siguientes líneas, te pido dos minutos de tu día.
Si eres de los quieres un pacto
educativo para que haya leyes que duren más que un par de legislaturas, si
quieres regeneración y no atrincheramiento político, si antes de querer que se
cumplan todos tus ideales al dedillo prefieres posiciones en común, si antes de
la ideología está en ti el pragmatismo, si crees en la igualdad ante la ley por
ser individuos y no por vivir en una provincia u otra, si prefieres la
realidad compleja frente a las simplificaciones populistas o si crees que con
el nacionalismo, en cualquiera de sus formas, no hay que jugar ni a las canicas
por ser la antítesis de la igualdad, no sé quién eres pero nos parecemos en
mucho.
No sé si el domingo 10 de
noviembre fuiste a votar, los analistas dicen que la mitad de los que piensan
como nosotros se quedaron en casa. Y si eres de los que fuiste no parece que
esta vez fueses de manera muy enérgica a las urnas. Pero bueno, aquí estamos,
con un escenario que no nos esperábamos, con los extremos populistas campando a
sus anchas, por no hablar de los nacionalistas, y tú y yo mientras, sin dar
crédito, con un sentimiento de cierto desamparo.
He hablado con muchos como
nosotros. Están tristes, no lo entienden y creen que se han perdido
oportunidades irrecuperables. Algunos dicen que se acabó el sueño de tener un
espacio de centro, que duró lo que duró, y otros me dicen que existe la
posibilidad de que no volvamos a sentirnos identificados en mucho tiempo con
ningún partido. No sé ahora mismo quién eres, puede que seas mayor que yo y ya
lo hayas vivido con el CDS o UPYD, o puede que sea tu primera vez como la mía,
pero la edad en este caso me parece lo de menos.
Me encantaría saber tu nombre
para pedirte que no abandones este espacio de centro, ni te quedes de
espectador ante este escenario (añade tú el adjetivo). No solo los líderes
políticos son responsables, creo que yo, Álvaro, también lo soy. Si no predicamos
con el ejemplo buscando el término medio, la igualdad y la mesura en los
debates familiares, entre amigos, en el trabajo o en la universidad…, ¿quién lo
va a hacer por nosotros en un país cada vez más polarizado?
No está de moda ser de centro, es
nadar a contracorriente, que te digan que eso no existe, que te llamen
“rojillo”, “veleta”, “facha”, “centroqué”, puede que incluso se mofen de ti por
querer lo mejor para todos de una manera en la que entremos todos los
constitucionalistas. Parece una locura ahora querer aparcar diferencias, dejar
las ideas partidistas y ponernos a salir de esta situación política ante la
crisis que nos llega, no solo económica sino social y, cómo no, territorial.
Tenemos que hacer uso de la razón
frente al sentimentalismo. Muy bonita ha quedado la frase, de intelectual casi,
diría yo, pero la realidad no es una frase bonita. La realidad es tratar de
aportar razón al que te grita, al que apela meramente al sentimiento ya sea
para obviar la soberanía nacional o para decirte de una manera tan simplista
que el asunto migratorio es igual que el de tu casa y que tú decides el acceso
y la salida. O a quien te dice que solo puedes ser feminista si cumples una
serie de condiciones.
En definitiva, a ti, que te gusta
el pacto y la tranquilidad, tienes que plantar cara y convencer de espacios
comunes, al nacionalista, al populista, al sectario y a todos los que quieren
segmentar la sociedad para sacar rédito electoral. Vamos, que te estoy pidiendo
así a bote pronto que seas Rambo, Superwoman o un Gladiator de la vida.
En parte sí. Toca no lamentarlos
en nuestro sofá. Toca trabajar juntos y crear algo nuevo. Quizá ahora el centro
no solo tenga que ser un espacio político donde votemos y dejemos nuestro
destino representado, sino que implique meterlo un poquito en nuestro modo de
vida donde como te decía antes tengamos que dar ejemplo en nuestros círculos,
buscando puntos en común y no solo lo que nos diferencia, aportando un discurso
de la razón frente al que te habla desde las entrañas.
Está difícil la cosa, sí, pero no
estás solo; mira, sin levantar la cabeza del móvil ya somos al menos dos y los
datos dicen que millón y medio estamos igual. Así que el modo victimista de que
somos pocos, no vale. Toca remangarnos y convencer de que hay otra forma de
hacer las cosas. Te lo pido por favor, porque solo tú decides lo que haces y yo
soy un don nadie que te ha pedido dos minutos de tu día y que sabe que es
frustrante proponer razón al sentimiento, pero bueno, que sepas que, si te
animas a ello, no vas a estar solo.
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Fotografía de Lance Asper |