¿Qué te parece lo de Cataluña?

Empieza a ser una pregunta recurrente en mi entorno. Yo que he nacido en Madrid, viví hace diez años en Barcelona y tengo sangre vasca y gallega, tiro de esta última y suelo responder con un "depende. ¿A qué parte te refieres?". Y es que me niego a dar una opinión generalizada y simple de una cuestión tan compleja. De hecho, en muchas ocasiones, ese es precisamente el problema. Ver la cuestión catalana como un todo uniforme. Ni mucho menos. Ya que abrimos el melón, empezaré por lo más reciente.

Barcelona en llamas (de cerca)
Los disturbios que se sucedieron durante cinco días seguidos tras la publicación de la sentencia del procés nos dejaron tristes y sorprendidos a muchos. Por una casualidad, estuve en Barcelona ese mismo fin de semana y pude comprobar tres cosas: 
  • El viernes llegué por la noche, fui a casa de unos amigos y mientras charlábamos tenían puesta la televisión de fondo. Fuimos alternando entre el programa informativo 24 horas de TVE y el de TV3, hasta que nos cansamos y pusimos música. Aunque los hechos sucedidos estaban ahí, era evidente el cambio de foco de una televisión a otra. Nada tremendamente escandaloso. Como poner las noticias de La Sexta y las de Telemadrid hasta hace no demasiado (parece ser que Telemadrid se está moderando). Desgraciadamente nos hemos acostumbrado a estos sesgos informativos en las cadenas de televisión.
  • El sábado por la mañana nos acercamos al centro caminando. Un sol espléndido, circulación fluida por la Diagonal, el aire del mar cruzando la ciudad, la gente tomando el aperitivo en las terrazas..., pero algunas de ellas tiene una mampara de cristal rota; y mientras camino por Rambla de Catalunya, puedo leer en el suelo pintadas variadas contra España, los mossos, el conseller de Interior, Miquel Buch...; y en algunas de esas preciosas esquinas achaflanadas los vecinos amontonan sus bolsas de basura porque sus contenedores han desaparecido. De lo que fueron solo queda el rastro de haber picado el asfalto para sacar el plástico derretido. Tan solo doce horas después de los disturbios, los servicios de limpieza de Barcelona hacen que (casi) parezca que no ha pasado nada. Impresionante y para quitarse el sombrero pero, ¿a qué precio?
  • Finalmente, por la tarde, volvemos de almorzar cerca de la playa. Apenas son las 17.30 y cuando enfilamos Vía Laietana el tráfico se densifica y numerosos furgones de Policía Nacional comienzan a cortar la calle. Hay una manifestación pacífica convocada para dentro de media hora. Pero la experiencia nos dice que tras la manifestación vendrá la jarana. Mis amigos y yo abandonamos la zona mientras nos cerca el ruido de un helicóptero sobrevolando la zona. Ya en Portal del Ángel, el equivalente a la calle Preciados en Madrid, vemos las tiendas cerrar. Es un sábado, son las 18.00 horas y grandes cadenas como Zara o Mango y todo el resto de comercios cierran por temor a ser asaltadas. 

"La violencia no nos representa"
Esto es todo lo que alcanzó a decir el president Torra en las 48 horas siguientes a los primeros altercados. Al más puro estilo Pilatos, la máxima autoridad autonómica en Cataluña se lavaba las manos. Sus declaraciones sonaban a "esto no va conmigo", "a mí no me miréis". Pero es que es usted la autoridad, mal que nos pese. Tenemos que mirarle y esperamos algo más contundente si realmente usted no comulga con esta violencia...
Un apunte para la esperanza me llega a través de varios amigos. A lo largo de ese fin de semana pude hablar con varios amigos catalanes, desde aquellos que no son nacionalistas hasta los más acérrimos defensores de la independencia catalana. Los tengo de todos los colores (lo cual me alegra) y todos están hasta el moño, por decirlo fino, de Quim Torra. Impresentable e incompetente es lo más suave que les oí decir. Es decir, es evidente para casi todos que esta no es manera de gestionar la situación.
Y eso me lleva al meollo de la parte más reciente de la cuestión.

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"La prisión no es la solución"
Esto lo dijo el presidente del FC Barcelona, Josep María Bartomeu, al poco de hacerse pública la sentencia. Y tengo que decir que estoy de acuerdo. La cuestión catalana no la va a resolver la justicia, ni mucho menos. Pero es que esta sentencia no lo pretendía. La sentencia del procés es la consecuencia judicial a la comisión de un delito, en este caso, de sedición. Por lo tanto no hay que mezclar una cosa con la otra. Defender el derecho de los ciudadanos de una región a la autodeterminación me parece muy loable y completamente legal si así lo recogen las leyes de ese país. Yo no sé mucho de leyes, pero creo que hablar y discutir en el Parlament de Cataluña sobre este derecho me parece correcto. Es un lugar adecuado para hacerlo. Pero si en España para convocar un referéndum de manera legal has de cumplir ciertas condiciones y tú no las cumples, te puede parecer mejor o peor, pero legal no es. Y eso tiene unas consecuencias penales. Y el hecho de que no estés de acuerdo con una ley no te exime de cumplirla. Puedes reivindicar un cambio en la legislación, pero mientras tanto, atente a la ley... o asume las consecuencias. 


"Presxs polítics" y la huida de Puigdemont
Partiendo de lo que explicaba en el punto anterior, evidentemente, lo que tenemos en las cárceles son políticos presos y no al revés. Hubo muchas críticas hacia la justicia española por ordenar la prisión preventiva de los mismos que les ha tenido privados de libertad durante los dos años que ha durado la instrucción y el juicio. Es una cuestión controvertida y, hasta donde yo entiendo (pero no entiendo mucho de leyes, insisto), la razón principal es un posible riesgo de fuga. No sé si Romeva, Junqueras, Turull o los Jordis tenían intención de huir del país, pero poco se habla del mal ejemplo dado por Puigdemont y su séquito. Qué queréis que os diga, si al poco de cometer el delito, una parte no pequeña de los infractores huye del país, no hay que ser muy avispado para sospechar que el resto puede hacer lo propio. Si yo fuera Junqueras, ya habría mandado una carta de reclamación en dirección a Waterloo.

La teoría del descabezamiento
Volviendo a una de las conversaciones que tuve con una buena amiga convencidamente independentista (desde antes de que "se pusiera de moda", llegamos a bromear), ella me dijo que una de las decisiones que más habían dolido y que más injustas se sentían en el movimiento independentista ciudadano era la detención de Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, conocidos como los Jordis. Los entonces líderes de las plataformas ciudadanas Ómnium Cultural y ANC (Assemblea Nacional Catalana), según mi amiga, habrían sido tratados como cabezas de turco y en ningún momento habrían fomentado la violencia hacia las autoridades. Pero lo malo viene ahora: debido a este golpe judicial, nadie habría tomado el relevo por miedo a las consecuencias y esto ha provocado una falta de liderazgo que aprovechan los grupos radicales y violentos para protagonizar unas protestas que deberían ser pacíficas (como lo son de hecho hasta que aparecen estos grupos una vez que se desconvocan). Nos lo podemos creer más o menos, pero me parece interesante dar voz a estas ideas, aunque solo sea para saber qué piensa "el otro".

Blame it on the boogie
Hace poco leí en un libro sobre dilemas morales y supuestos éticos (¿Está bien pegar a un nazi?, de Jaime Rubio) que el problema de las discusiones sobre nacionalismos está en que se trata de un debate sobre sentimientos, lo cual nunca puede acabar bien. Es decir, cuando tú tienes una idea y un amigo o quien sea trata de rebatirla con sus ideas, puede que no te convenza (o sí) pero no tienes por qué sentirte atacado, pues las ideas son algo que va cambiando; no tienes las mismas ideas de adolescente que cuando eres universitario o padre de familia. Sin embargo, los sentimientos, seguramente por ser algo irracional, no responden igual. Si tú me expresas un sentimiento y yo te lo rebato, te lo niego, lo censuro, te vas a sentir ofendido, casi con total seguridad. 
El nacionalismo es un sentimiento (te sientes de un lugar; sientes que perteneces a una cultura) y como tal es difícil discutirlo sin herir. Pero en torno a los nacionalismos hay ideas que se pueden discutir: la articulación de las autonomías en el Estado, las competencias, la manera de difundir y conservar la cultura de cada pueblo... El problema está en que se ha fomentado el debate en torno al sentimiento, porque mueve mucho más a la gente. Además, enlazando con el populismo cada vez más presente en la sociedad, ante un sentimiento es difícil ser gris. O estás conmigo o contra mí. O todo o nada. O eres de los buenos o eres de los malos. Así es que algunas personas hablan de la cuestión catalana como de un problema de amor, de querernos. Seguramente se acerque mucho a lo que es una relación de pareja.

Por terminar con algo de ritmo, y como decían los Jackson Five, "no culpes a la luz del sol, no culpes a la luz de la luna, no culpes a los buenos tiempos, échale la culpa al boogie". Y aquí el boogie son los políticos y los medios de comunicación.