Hace
un par de días asistí a unas jornadas sobre la prostitución en los medios de
comunicación. Como feminista y futura periodista que soy, considero que es
bastante importante aprender no solo el lenguaje correcto para hablar de este
tema peliagudo, sino también preguntarse cuál es el modo para narrar los
acontecimientos relacionados con la prostitución sin dañar a las víctimas (las
putas). La respuesta quedó clara: el foco debe ponerse en los proxenetas y
puteros.
Durante
esta fantástica jornada, varias personas influyentes del mundo de la
comunicación acudieron a explicar sus puntos de vista y a aconsejar cómo
debemos tratar el tema profesionalmente. Una de las ponentes era Kajsa Ekis
Ekman, una periodista sueca que lleva años analizando y estudiando la
prostitución. Ella nos contó que en Suecia el modelo que existe es abolicionista,
es decir, es el putero el castigado, y no la prostituta; de hecho, nos contaba
que cuando se realiza una redada en un puticlub acudían los policías y,
normalmente, una trabajadora social. El policía detenía al putero y la
trabajadora asistía a las prostitutas. El modelo se mantiene, no solo por la
multa (que es una cantidad irrisoria), sino porque el putero teme ser descubierto
ante la sociedad.
Es
interesante pararse a pensar en este punto acerca del anonimato del putero,
pues es un tema que puede pasarnos desapercibido si no nos andamos con ojo.
Siempre que vemos imágenes en los medios de comunicación hablando de la prostitución
y de la trata, aparecen imágenes o bien de la prostituta (generalmente esposada
o en una esquina de una calle oscura) o bien del proxeneta siendo detenido. En
estas jornadas se hizo hincapié en la necesidad de cambiar esta imagen, la
prostituta no debe aparecer detenida, puesto que no es la criminal, sino la
víctima; al fin y al cabo, no existirían las putas, si no hubiese puteros que
las demandasen. Por tanto, debemos acudir a la raíz del problema: la demanda.
Es
un tema muy extenso, que podría dar para tres artículos más, así que me
centraré en el caso ‘Pretty Woman’. Como todos sabéis, esta película trata de
un hombre rico, guapo y apuesto, que tras una discusión con su pareja decide
contratar a una prostituta para que le acompañe en las galas de la empresa; al
final (por supuesto), se enamoran. Esto es un lavado de cara a la prostitución y
los a puteros, en toda regla. Por un lado, les muestra a las mujeres una
realidad idílica de la prostitución que no existe; por otro, hace creer a los
puteros que hacen bien consumiendo prostitución, ¡están ayudando a una pobre
mujer que no tiene para comer! Rachel Moran, exprostituta y escritora, tiene
una frase que resume bastante bien la idea que intento transmitir: “Cuando una mujer es pobre y está hambrienta,
lo humano sería poner comida en su boca, no tu polla”.
Debemos
ponerles cara a los auténticos delincuentes, aquellos que pagan por “carne
fresca”, por someter a una mujer a su voluntad. Esos hombres que ven a las
mujeres como meros objetos, y no como personas. Su anonimato es un peligro, existen estudios que demuestran que la mayoría de violadores y
pederastas suelen ser puteros; de hecho, en Suecia muchos criminales fueron
encontrados en las redadas policiales a los puticlubs. Gracias al modelo
nórdico, el comprador ya no se siente seguro, puesto que queda registrado como
comprador sexual; además, esta seguridad para las prostitutas ha hecho que
empiecen a hablar y a ponerle cara a sus agresores, la expresión “callada como una puta” ha dejado de
tener sentido. Una prueba de ello es la web de exprostitutas “No somos tus
putas”.
Este
tema no debe caer en el olvido, España es el país europeo que peor situación
para las prostitutas tiene; según la ONU, es el tercer peor país del mundo en
demanda de prostitución.
Por Ana Macannuco