Por Álvaro Maldonado de la Cuadra
Puede sonar
catastrófico pero la situación política actual en España no está que digamos en
su mejor momento. No se trata de factores aislados, casos, tramas o patadas al
Estado de derecho. Sino que va más allá. Noto el hartazgo de la gente hacia la
política. El espíritu del 2008 de la opinión negativa generalizada sobre los
políticos está cobrando aún más intensidad diez años después.
Ayer, cambiando de
canales, vi a Franco como tema de debate en el programa Sálvame y ya no sabía qué pensar. Se
están monopolizando los temas de conversación por semanas: esta semana toca pensiones, la
siguiente, inmigración y la siguiente, los restos del dictador.
En uno de los
momentos más frágiles de la Unión Europea y con unas elecciones a la vista,
estamos tirando de temas mediáticos para frenarnos para crecer como país. En
ningún momento niego que estos temas se tengan que tratar, es más, animo a que se
traten, pero para ellos hay formas y formas. Soy el primero que se queja de los años de
retraso que le llevábamos a muchos de los países del conjunto europeo en cuanto a desarrollo. Estamos
ante una oportunidad de oro para recortar estos años, liderando temas como los
valores en los que queremos sustentar nuestro futuro como país y conjunto en el marco europeo,
turismo, lucha contra los populismos, la xenofobia y el supremacismo o en cómo
llevar una política común de inmigración en la que todas las partes ganemos.
Ante este último tema dejo un maravilloso extracto del gran parlamentario
europeo Guy Verhofstadt en el que critica la falta de acción de la UE en materia de inmigración como nunca antes se había hecho.
Además de los temas antes citados estamos perdiendo
a nivel nacional, la oportunidad de
ver hacia donde nos movemos en materia de energía, de dotar de más importancia a
las PYMES, de crear un sistema tributario justo y atractivo, de mejorar el
poder adquisitivo de los españoles, de seguir mejorando nuestra Sanidad y
Educación, de actualizar leyes o la oportunidad de cerrar la herida de la
memoria de la Guerra Civil y su posterior dictadura; temas que no se están tratando
por especialistas sino más bien por chamanes.
Pero en vez de
hacer todas estas cosas a la vez y preocuparnos por los problemas a los que nos
afrontamos como país, estamos monopolizados mediáticamente por el tema de la
semana, dando oxígeno a la falta de realización de todas las mejoras y
oportunidades que tenemos.
Parece que fue
hace siglos, pero las últimas elecciones a las Cortes Generales fueron
consecuencia de un nuevo paradigma político en el que se requiere consenso. Parecía
que nos acercábamos a interiorizarlo, pero nos vamos distanciando ante la falta
de búsqueda de acuerdos y a la polarización de la opinión general. Mi pronóstico
para las próximas elecciones en términos de los partidos grandes es un
25%-25%-25%-25%, como ya he mencionado en artículos anteriores. Esta vez un acuerdo será aún
más costoso que la vez pasada que ya nos costó unas cuantas
elecciones.
Ante todo esto me pregunto…
¿Qué hay de malo
en aplaudir una intervención de un partido diferente al
tuyo que te haya convencido? ¿Qué hay de malo en fomentar la creación de más
mesas y comisiones sectoriales? ¿Qué hay de malo en que todos los presidentes
de las CCAA se reúnan más a menudo para hablar de financiación, infraestructuras
y proyectos no solo electoralistas? ¿Qué hay de malo en abordar todos los temas
que he mencionado hace unas líneas sin mediatizarlos y estigmatizarlos?
Me pueden tachar
de ingenuo, pero las rondas de contacto que realiza el jefe de Estado tras
las elecciones con los líderes de los partidos vencedores podrían ser
acompañadas por rondas comunes de contactos, cenas o conversaciones en un
restaurante dotando a la política de algo más de naturalidad.
Solo quiero darles
un dato: el 68.74% de los votantes confiaron en junio del 2016 en los partidos
de color azul, rojo y naranja (Fuente: Ministerio del Interior). Entre estos
tres partidos se llegó a consensuar un 75% de medidas iguales en los tres
programas y como diría la periodista Ana Pastor: estos son los hechos, suyas
son las conclusiones.
Además, si a los
españoles nos gusta resolver los problemas en los bares e incluso redactamos
una Constitución en uno de ellos…
¿No va siendo
hora de normalizar los diálogos entre partidos, políticos y ciudadanos sin
convertirlos en un mero hashtag?