Guillotinas para todos

Por Fernando Santos

Durante la Edad Media, las muertes más largas y agónicas se destinaban al pueblo mientras que las más rápidas -como la decapitación- se reservaban para los nobles. Es por eso que el diputado Joseph Ignace Guillotin propuso, en 1789, su uso para todas las penas capitales, fuera quien fuera el reo. Una medida realmente liberal; el súmmum de la egalité, al menos en cuanto a morir se refiere. Después usaron su apellido para denominar al instrumento letal, aunque él no lo inventó, y sus descendientes llegaron a cambiarse el apellido para que no los asociaran con la famosa guillotina.

Ese mismo liberalismo, hoy ya mayor de edad, que disfrutamos en nuestra sociedad occidental defiende que todos los seres humanos tenemos los mismos derechos por el mero hecho de existir, dejando aparte condiciones de raza, credo, sexo, etc. Y eso se aplica también en el caso de cumplir ante la ley. Da igual tu condición social, la ley se aplica por igual a todos. 

Hace unos días descubrí una pintada en una pared cerca de mi casa que decía: "las cárceles están llenas de pobres". Y empecé pensar en esos exaltos cargos o en esos futbolistas de élite, condenados estos días por corrupción, que eluden el ingreso en prisión a cambio de pagar grandes cantidades de dinero. Entiendo que la ley prevé una misma pena para todos los que cometan ese delito, pero no es menos cierto que al final solo entrarán en prisión aquellos que no tengan el dinero para pagar la fianza. Por lo tanto, en parte tenía razón la pintada...

Al final, el sistema liberal tiene una buenísima base teórica: igualdad de derechos y oportunidades para todos. Pero luego el sistema humano da preferencia y pone las cosas más fáciles a quien nace en una familia con recursos, con contactos, con propiedades...

Sucede algo parecido en la distópica Rebelión en la granja, de George Orwell. Cuando los cerdos se hacen con el control de la granja Manor escriben las nuevas normas por las que se regirán. Una de ellas afirma: "Todos los animales son iguales". Según avanza la narración, los cerdos comienzan a corromperse y una mañana esa norma aparece reescrita: "Todos los animales son iguales, pero unos son más iguales que otros". Pues eso.