Escapada literaria

Por Sophie Carvallo

Me enamoré realmente de la lectura a los ocho años. Anteriormente, siempre había sido algo que había disfrutado, pero la primera vez que sentí que me consumía un libro, tenía ocho años. Recuerdo que habíamos ido de viaje a Portugal, todos en familia, y que en ese viaje compartí habitación con mi abuela. Mi abuela siempre ha tenido cierta maña para contar historias; de niña me hablaba de pingüinos, de una vaca llamada Mariposa, de las criaturas que se había encontrado por sus viajes. En este viaje me regaló tres libros, formaban juntos el principio de una colección. Lo empezamos a leer un día soleado bajo la sombra, ella enunciaba las palabras del autor de manera melódica y fluida, yo escuchaba atentamente. Llegó el momento de la cena y mi abuela puso el libro encima de la mesa, la historia ahí, estática, esperando a que yo lo recogiera de nuevo para que los personajes se descongelasen y la historia continuase. Esa noche, tras la cena, ya sin mi abuela, fue la primera vez que me vi tan inmersa en un libro que dormir se presentaba en mi mente como el asunto menos relevante del universo. 
Desde entonces, he vivido tres vidas paralelas: la más física y arraigada al mundo sensible, la que he vivido junto con mis personajes favoritos en mis queridos universos literarios y la que ni si quiera ha sido plasmada en palabras, la de mis fantasías. La clave está en no perderse en estos últimos por tentador que sea. Pues pocas veces se ha presentado como más seductora y apetecible la realidad de la rutina frente a la aventura de las palabras y la imaginación, lo cuál hace complicado el no perderse en estas realidades paralelas. Sin embargo, estos mundos lejanos a la realidad son necesarios. Todos tenemos formas de evadirnos de la realidad; ya sea por las sustancias que consumimos o el entretenimiento al cual nos aficionamos, nadie aguanta mucho tiempo con los pies en la Tierra, y la mejor manera de flotar es sin duda la que ofrecen los libros. Las personas que dicen que "no me gusta leer" lo afirman simplemente porque no han encontrado el libro correcto, pero una vez lo consigan, su vida cambiará completamente. Hay algo mágico en la experiencia de la lectura, se encuentra en el olor de un libro, en el sentimiento que brota en tu pecho cuando encuentras aquel personaje que hace que el corazón te vaya a mil, en el sonido que surge de pasar en una pagina, en las dedicatorias y en la mancha que marca dónde ha caído una lágrima. 
Cuando alguien encuentra este sentimiento mágico, ya no hay vuelta atrás. El cerebro del lector se programa de otra manera. Todo es una narración, el sueño es que tu vida sea la siguiente gran novela y los personajes que se ha ido encontrando en sus viajes se convierten en compañeros. Es curioso que muchos hablen de cómo la tecnología y la televisión matan a los libros cuando todo lector sabe que por mucho que se intente, nada podrá jamás reemplazar el sentimiento que otorga un libro. Y por lo tanto, los lectores nos mantendremos fieles a los libros, a los autores, a los personajes, al papel y al comprar más libros hasta cuando tienes una pequeña montaña de libros por leer y has recurrido al armario para almacenar libros porque el resto de lugares de la habitación están ocupados. Porque no se es una persona que lee libros, sino que se es un lector. Y eso es algo que se es para siempre.