Por Álvaro Maldonado de la Cuadra
Ha llovido. En estas semanas ha llovido. Tras meses de observación
de estos días grises que unos desprecian, otros alaban y otros simplemente encuentran
su refugio en: "al menos será bueno para los pantanos" he llegado a
una conclusión: No estamos preparados. La prueba de ello está en las papeleras.
Cada dos pasos que damos nos encontramos paraguas rotos y aglutinados en estas.
Pocos pueden decir que nunca les ha pasado.
Tras cierta observación y
preguntas a personas que viven en países donde la lluvia es el pan de cada día,
este panorama en las papeleras es casi inexistente. Allí están preparados.
Paraguas fuertes, resistentes y que duran años. Quien me iba a decir a mí que
mi paraguas de "yoquesé" publicidad podría durar más de un vendaval...
Querido lector, creo que el
pasado tsunami de elecciones generales, hasta que se logró un gobierno se
parece en algo al fenómeno de los paraguas del que le hablo.
Los partidos no tenían, en
aquella primera oleada, un paraguas más allá del de mala calidad que repartían
en mítines, pero poco a poco los partidos, unos más rápidos que otros se
empezaron a acostumbrar a tener que llevar otro paraguas de diferentes características.
El color casi monocromático del
Congreso está desapareciendo, y más que va a desaparecer. En las próximas elecciones
lloverá, no sé si a cántaros, pero lloverá. Será ahí donde cada partido en las
medidas y cesiones que pacte con los demás nos demostrará, si cambiaron a
tiempo de paraguas o si definitivamente acabarán en la basura. Y recuerde, el
paraguas se puede cambiar, pero la lluvia no.