En política somos personas

Por Álvaro Maldonado de la Cuadra.

Parecía que nuestro deber de votar se había reducido al fruto de encuestas y tejemanejes mediáticos. Parecía que las mayorías eran los nuevos pucherazos canovistas, pero esta vez gracias a los periódicos y no al cacique de turno. Parecíamos rebaños votando a un color que estaba presente en una calle teñida de rojo y en su paralela de azul. Pero parecía es pasado.

A pesar de las turbulentas etapas que ha pasado y está pasando la política española desde hace un par de años, la individualidad empieza a esclarecerse. El voto está disperso, no hay mayorías por poder adquisitivo, por barrios en los que se vivan o por género. Si algo nos permite ver nuestra querida Ley D’Hont con claridad es de dónde proceden los votos y esta nos revela que los votos están más dispersos que nunca.

Este resoplido de viento fresco y renovador no solo se manifiesta en el recuento de votos. En los discursos políticos, en los mítines, desde hace años hay peticiones de votos individuales, hay pluralidad en su objetivo, hay pluralidad que no es lo mismo que pequeñas tribus.

Cada persona empieza a encontrar su espacio en la gran variedad de partidos; se identifica con ellos y no se fuerza a hacerlo entre uno de los dos, porque todos son útiles, todos representan -ejerciendo así su labor-.

Dicen que: “Parece más difícil gobernar”. Si a gobernar le atribuimos la palabra dialogar y consensuar o, incluso una que está aun más de moda: pactar; la apariencia generalizada es falsa. Gobernar no es más difícil, sino que es diferente a como se hacía. Ahora se apuesta  por velar por los intereses de la comunidad entera. Por fin, en el último año de legislatura del Parlament catalán o del Congreso, ya se oyen advertencias de lo que reclamaban las personas y no la oposición como un conjunto despersonificado.


¡Qué los periódicos o los discursos agoreros no te engañen!
Nos encontramos ante el amanecer de la mejor etapa en la política española en la que los políticos se empiezan a dar cuenta de que no buscan rebaños sino personas y donde los ciudadanos nos damos cuenta de que  nos representan.